Al final del libro de Job Dios hace por fin su aparición como una voz estruendosa desde el cielo (“Entonces el Señor respondió a Job desde el torbellino,” Job 38:1). Era esa intervención directa por la cual Job clamaba desesperadamente. Pero no es, por lo menos al principio, una intervención apaciguadora y reconfortante. Porque el Señor sí lo reprende. “Lo ubica”, como diríamos hoy en día. Y es que durante varios capítulos Job llegó a perder la perspectiva y a quejarse amargamente y a atribuirle a Dios propósitos siniestros. Incluso llegó a retar a Dios diciéndole que se presentara personalmente y diera a conocer los cargos que tenía en contra de su persona. Pero cuando Dios finalmente se aparece es Él quien reta a Job:
«¿Quién es este que pone en duda mi sabiduría
con palabras tan ignorantes?
Prepárate, muestra tu hombría
porque tengo algunas preguntas para ti
y tendrás que contestarlas.
¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos de la tierra?
Dímelo, ya que sabes tanto.» (Job 38:2-4)
Después de un largo discurso que abarca cuatro capítulos enteros y que parece un documental de National Geographic Dios guarda silencio y entonces Job admite que nunca había conocido realmente a Dios:
Hasta ahora solo había oído de ti,
pero ahora te he visto con mis propios ojos.
Me retracto de todo lo que dije,
y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento». (42:5-6).
El disgusto de Dios es más con los amigos de Job que con éste. De hecho, amenaza con castigarlos severamente a menos que Job ofrezca sacrificios expiatorios por ellos:
«Tomen siete toros y siete carneros, vayan a mi siervo Job y ofrezcan una ofrenda quemada por ustedes mismos. Mi siervo Job orará, y yo aceptaré la oración a favor de ustedes. No los trataré como se merecen, a pesar de no haber hablado de mí con exactitud, como lo hizo mi siervo Job» (42:8).
El Libro de Job concluye:
Así que el Señor bendijo a Job en la segunda mitad de su vida aún más que al principio. Pues ahora tenía catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras. Además dio a Job otros siete hijos y tres hijas (Job 42:12-13).
Aunque se trate de un final feliz, mi hermano Arturo y yo hemos comentado que Job tuvo que volver a empezar. Tuvo que volver a criar un par de ovejitas y una pareja de camellos y una de bueyes. Tuvo que multiplicarlos poco a poco hasta volver a tener grandes rebaños. Volvió a los pañales y a llevar a los niños al kinder. ¡A estas alturas de su vida! Quizás Arturo y yo estamos un poquito sensibles por la etapa que estamos viviendo en nuestra propia vida, pero no deja de ser una realidad que Job tuvo que volver a empezar. A su edad.
Gracias por tus comentarios.
Buenos días P. Gabriel,
Nunca terminaré de conocer a Dios en esta Tierra, Su gracia y Sus misericordias son nuevas cada mañana.
Gracias por traer la historia de Job al presente, siempre se aprende mucho de su vida.
Feliz fin de semana