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Viendo al Invisible

Foto del escritor: Gabriel MiyarGabriel Miyar

Fue por la fe que Moisés salió de la tierra de Egipto sin temer el enojo del rey. Siguió firme en su camino porque tenía los ojos puestos en el Invisible. Hebreos 11:27


Moisés era un serio seguidor de Jesús —según se revelaba Jesús en aquel entonces. Dice que Moisés “salió” de la tierra de Egipto, su hogar, su lugar de seguridad y zona de confort, como todo seguidor de Jesús. “Siguió firme en su camino.” Y, mientras caminaba, “tenía los ojos puestos en el Invisible.” Pura terminología de seguidor.


Pero, qué ironía, ¿no? tener los ojos puestos en el invisible. ¿Cómo puedes poner la vista en lo invisible? Pues, eso sí te digo, no puedes hacerlo de una manera casual y descuidada. Tienes que poner mucha atención y debes incluir todos tus sentidos. El oído, para captar cualquier sonido que pudiera emitir. El tacto, Hechos 17:27 dice: “Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros.” El olfato, para oler su humor. Estoy hablando figurativamente, por supuesto. Pero, lo que quiero decir es que de veras no podemos ser casuales cuando seguimos a alguien invisible.


No podemos buscarlo un ratito hoy y luego dejar de hacerlo uno o dos días (a veces más). No podemos buscarlo en su palabra de una manera ligera, como de pasadita. Necesitamos meternos en ella en oración y con toda la intención del que busca “acercándose a tientas” para tratar de palpar su voluntad, de escuchar su voz. Él se revelará sólo a aquella persona que lo busca seriamente (por ejemplo, el que se levanta tempranito a buscarlo).


Y sobre todo, esta cita de Hebreos nos dice que es “por la fe.” Esta es la manera de seguir al Invisible. Por medio de la fe. La fe nos hace ver lo que otros no ven y perseverar cuando todos piensan que estamos locos porque creemos las palabras de Jesús, porque le hacemos caso a su voz, porque intentamos lo imposible, porque seguimos creyendo y confiando en Jesús. Porque hacemos nuestras sus promesas.


«Señor, al seguirte en esta vida, quiero ser muy intencional. No quiero ser un seguidor casual, que se contenta con conseguirte de lejos. De manera inconstante y descuidada. Quiero seguirte de cerquita, “firme en mi camino,” con los ojos puestos en ti, como Moisés. Fortalece mi voluntad y mi fe. Tu Palabra dice de ti: “Dios hará que esto suceda, porque aquel que los llama es fiel” (1 Tes. 5:24), y yo lo creo. Amén.»

 
 
 

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