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Una Espada en Navidad

Foto del escritor: Gabriel MiyarGabriel Miyar

Cuando el misionero jesuita Mateo Ricci fue a China en el siglo XVI llevó consigo arte religioso para ilustrar la historia cristiana. Los chinos de inmediato adoptaron gustosos las imágenes de la virgen María con su bebé. Pero cuando les enseñó pinturas de la crucifixión y trató de explicarles que el Niño Dios había crecido sólo para ser ejecutado, su público reaccionó con repulsión y horror, preferían a la virgen e insistían en adorarla a ella en lugar de al Dios crucificado.


Al ver tarjetas de Navidad, me doy cuenta de que nosotros en los países cristianos hacemos lo mismo. Celebramos una festividad domesticada, purgada de todo rastro de escándalo. Sobre todo le quitamos cualquier recordatorio de como la historia que comenzó en Belén resultó en el Calvario.


En las narrativas del nacimiento de Jesús en Lucas y Mateo, sólo una persona parece haber captado la naturaleza misteriosa de lo que Dios había puesto en marcha: el anciano Simeón, que reconoció al bebé como el mesías e instinctivamente entendió que iba a haber conflicto.


«Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, y también el ascenso de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán. Lucas 2:34.


Enseguida le predijo a María que una espada atravesaría su alma. De alguna forma, Simeón captó que aunque en la superficie poco había cambiado, por debajo de ella, todo había cambiado. Una nueva fuerza había llegado para socavar los poderes de este mundo.


Al principio, Jesús difícilmente parecía una amenaza a esos poderes. Nació en el tiempo de César Augusto, un tiempo de esperanza a lo largo y ancho del imperio romano. Fue Augusto, quien adoptó la palabra griega para “evangelio” o “buenas noticias” y la aplicó al nuevo orden mundial que su reino representaba. Muchos creían que su ilustrado y culto régimen, caracterizado por la estabilidad, duraría para siempre, una solución final al problema del gobierno.


Mientras tanto, en un oscuro rincón del imperio de Augusto, los cronistas de la época apenas notaron el nacimiento de un bebé llamado Jesús. Los biógrafos de Jesús también tomarían prestada la palabra “evangelio” pero para una clase muy diferente de nuevo orden mundial. Mencionarían a Augusto solamente una vez, y de pasadita, para fechar el censo que aseguraría que Jesús nacería en Belén, como lo habían anunciado los profetas.


Philip Yancey (devocional Grace Notes).


«Señor, en este tiempo de Navidad manten filosa mi percepción de como fueron las cosas. Así podré glorificarte por tu grandeza, superior a la del mundo, y por tu amor y misericordia y estaré preparado para traer luz sobre el tema con cualquiera que tú me pongas enfrente.»

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