Un Mapa para Hechos 20-28
- Gabriel Miyar

- 28 ago
- 3 Min. de lectura
Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con ellos. Todos lloraban mientras lo abrazaban y le daban besos de despedida. Estaban tristes principalmente porque les había dicho que nunca más volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta el barco. Hechos 20:36-38
Cuando todo el frenesí se disipa al final de Hechos 19 —o como dice en 20:1 —“Cuando se acabó el alboroto”— Pablo emprende una sinuosa travesía hacia Jerusalén. En términos generales, Hechos 20 es una parte transicional de la narrativa. Pablo va a Jerusalén, seguro de que allí le espera mucho sufrimiento, pero anima a otros cristianos a lo largo de su viaje. Nuestra anticipación aumenta conforme lo vamos siguiendo en este trayecto, pendientes de saber qué va a suceder. No mucho después de su llegada a Jerusalén en 21:17, un grupo de antagonistas prende a Pablo y éste termina en custodia romana.
Nunca lo sueltan.
A partir de este arresto, hasta Hechos 28, la totalidad de la última cuarta parte de Hechos se lee como una historia diferente —llena de intriga política, manipulaciones legales, un par de discursos largos, y mucho tiempo de espera. No es que Hechos se convierta en un drama legal estilo John Grisham. Continúa siendo el drama del involucramiento de Dios en la vida de los seguidores de Jesús. Sólo que uno de esos seguidores, Pablo, es conducido a un ámbito cultural diferente.
Este ámbito es el aparato legal del imperio romano, pero el éxito o el fracaso de sobrevivirlo depende muy poco de la habilidad de Pablo para probar si ha roto o no las leyes. El mundo legal de ese lejano primer siglo es caprichoso y corrupto. La habilidad de Pablo para evitar ser ejecutado, depende de si puede o no persuadir a la gente correcta de que él no representa una amenaza para el orden social o para la cultura y valores judíos.
¿Puede Pablo ejercer esta persuasión y mantener su identidad como testigo de Jesús?
Hechos nunca nos deja olvidar que Pablo sigue siendo un testigo de Jesús. Él presenta el evangelio a la gente más poderosa del área: A un sumo sacerdote y su asamblea, a los líderes militares romanos, a gobernadores provinciales y a un rey vasallo. En los discursos que pronuncia se referiere tanto a la controversia que causa dentro de ciertos grupos judíos, como a las preocupaciones que los oficiales romanos tienen al preguntarse porqué este señor polariza de manera tan tremenda a su gente.
Los capítulos finales de Hechos (20-28) describen todas las penurias legales de Pablo. Al leerlos, por favor fíjate cuánta influencia ejerce Pablo sobre sus circunstancias. A pesar de que, como prisionero, su influencia se mantiene confinada a límites estrictos, Hechos resalta más sus libertades que en sus limitaciones. Pablo continúa siendo el testigo primordial de Jesús, a pesar de las restricciones impuestas por la autoridad romana.
El caso de Pablo no debería atraer tanta atención de tantos oficiales romanos. Pero en esta historia, eso es exactamente lo que sucede. Con su retrato bien trazado de Pablo, Hechos reafirma la persistente decisión de Dios de hacer oir las buenas noticias de salvación a todos los niveles de la sociedad en todas partes, aún en aquellos lugares donde otras autoridades parecen ser las que tienen el control hermético sobre quién hace qué. La palabra de Dios, declara Hechos, vencerá todo intento de restringirla.
Matthew L. Skinner, Intrusive God, Disruptive Gospel.
Lectura bíblica:
Hechos 20

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