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Testigos

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 4 sept
  • 2 Min. de lectura

¡Muy bien! Has apelado al César, ¡y al César irás! Hechos 25:12


En Hechos 25, Pablo ha estado encarcelado en Cesarea por dos años. En este punto hay cambio de gobernador romano. Sale Félix y entra su sucesor Porcio Festo. Si has estado leyendo, te habrás dado cuenta de qué Félix sabe de sobra que Pablo es inocente y pudiendo liberarlo legalmente al término de su gobernatura, no lo hace, porque “quería congraciarse con los judíos” (24:27) así que lo deja preso.


El nuevo gobernador, Festo, llega a Jerusalén y de inmediato las autoridades religiosas judías le presentan el caso de Pablo y le dicen que lo traiga a Jerusalén para juzgarlo. Sus verdaderas intenciones eran emboscarlo en el camino y asesinarlo. Por la gracia de Dios Festo les dice que más bien vayan ellos a Cesarea para formular sus acusaciones allí en el tribunal regional del emperador. En Cesarea Pablo se defiende de sus acusadores y Festo, de nuevo “queriendo congraciarse con los judíos” (25:9), le dice que si está dispuesto hacer juzgado en Jerusalén ante él.


Pablo, seguramente deduciendo las intenciones de las autoridades judías, (recuerden que ya habían intentado emboscarlo —Hechos 23:14) toma una decisión crucial: Apela al César. Los ciudadanos romanos que consideraban no estar recibiendo justicia en sus tribunales regionales y locales, tenían el derecho de apelar al César para presentarse delante de él en un tribunal superior en la capital del imperio. Era un proceso sumamente lento, pero recuerden que el Señor Jesús ya se le había aparecido a Pablo y le había dicho: «Ten ánimo, Pablo. Así como has sido mi testigo aquí en Jerusalén, también debes predicar la Buena Noticia en Roma» (Hechos 23:11). La razón y la palabra revelada lo sustentan.


Pero, noten como el énfasis está en la predicación de la buena noticia, no en la defensa de Pablo. De hecho, Pablo, a la larga, no recibirá justicia, sino que será ejecutado por el tribunal del emperador (Hechos no llega hasta allí; lo sabemos por la historia). El énfasis está en que Pablo testificará de Jesucristo ante el mismísimo emperador del mundo. Y entregará su vida en el proceso. La vida de Pablo está completamente dedicada a dar a conocer a Jesús y la salvación que éste le ofrece a la humanidad mediante su sacrificio (“testificar”).


De una forma u otra, nuestras vidas, compradas y renovadas por Jesús, tienen el propósito último de darlo a conocer. La mayoría no llegaremos hasta el martirio, pero sí se trata de vivir nuestra vida entera en función de este llamado. Nuestras vidas son complejas y llenas de proyectos y actividades de todo tipo, pero no debemos olvidar cuál es el propósito central de haber sido librados de la condenación eterna y traídos a los brazos de Jesús, de quién somos ahora testigos.


Lectura bíblica:

Hechos 25

 
 
 
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