Él sabía que sus hijos me ofendían gravemente, y no hizo nada para corregirlos. Así que voy a castigar a su familia, y nada ni nadie podrá evitarlo. 1 Samuel 3:13 (TLA).
Hoy concluimos las reflexiones sobre liderar de una manera diferente a la del mundo. Y quiero compartir algo que reforzamos los hombres al leer el libro Hombría al Máximo. Ser un líder que sirve a los demás con ternura y solicitud y que antepone los intereses de los demás a los suyos propios no significa que seamos líderes débiles. De hecho, el liderazgo implica el que podamos manejar la dureza. Habrá momentos en que necesitemos ser duros. Duros, no rudos.
Cuándo preguntamos en el grupo de hombres cuál era la diferencia entre la dureza y la rudeza, uno de ellos llamado, Eduardo dijo, haciendo uso de una frase muy mexicana: “la diferencia está en el modito.” No tuvo que decir más, sabíamos a qué se refería. La diferencia está también en el corazón, en las intenciones y la motivación.
Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían durante esta corta vida, según lo que les parecía más conveniente; pero Dios nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos como él. Hebreos 12:10 (DHH).
La historia humana avanza con un movimiento como de péndulo. Cuando yo era pequeño el tema de la disciplina y la dureza predominaba en mi educación. A nosotros nos disciplinaban con la vara en la escuela y en casa con el cinturón. Y sí, algunas veces abusaron de la violencia y seguramente desahogaron sus frustraciones personales con nosotros, padres y maestros. Pero hoy en día el péndulo ha llegado al otro extremo, el de la suavidad y la “permisividad.” Ahora el abuso lo sufren los que supuestamente están en autoridad, en casa y en la escuela.
Pero no tenemos que mirar sino el testimonio de Nuestro Señor Jesucristo en quien podemos ver a la vez la ternura amorosa y también la amorosa dureza:
Entonces tomó a los niños en sus brazos y después de poner sus manos sobre la cabeza de ellos, los bendijo. Marcos 10:16
Jesús se hizo un látigo con unas cuerdas y expulsó a todos del templo. Echó las ovejas y el ganado, arrojó por el suelo las monedas de los cambistas y les volteó las mesas. 16 Luego se dirigió a los que vendían palomas y les dijo: «Saquen todas esas cosas de aquí. ¡Dejen de convertir la casa de mi Padre en un mercado!». Juan 2:15-16
Así que, teniendo a Jesús como modelo, necesitamos fortalecer ambas actitudes, ternura y firmeza.
«Señor, tú sabes perfectamente hacia donde tiendo a inclinarme. Yo te pido que refuerces en mi vida y en mi liderazgo la parte que me hace falta. Mi intención es poder liderar a los míos en casa y en los diferentes ámbitos donde me desenvuelvo con ternura y firmeza.»
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