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Susana y Felipe

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 14 oct.
  • 2 Min. de lectura

Mientras tanto, un judío llamado Apolos—un orador elocuente que conocía bien las Escrituras—llegó a Éfeso desde la ciudad de Alejandría, en Egipto. 25 Había recibido enseñanza en el camino del Señor y les enseñó a otros acerca de Jesús con espíritu entusiasta y con precisión. Sin embargo, él solo sabía acerca del bautismo de Juan. 26 Cuando Priscila y Aquila lo escucharon predicar con valentía en la sinagoga, lo llevaron aparte y le explicaron el camino de Dios con aún más precisión. Hechos 18:24-26


En mi propia formación espiritual hubo una pareja de misioneros y pastores que fue clave para establecerme en mi llamado como joven pastor.


Se trata de Susana y Felipe Kavanagh. Originarios de Inglaterra. Fueron misioneros en Bolivia por muchos años, y luego levantaron una iglesia hispana en California, la cual pastorearon hasta el fallecimiento del hermano Felipe. Susana vive actualmente en Inglaterra cerca de una de sus hijas.


Yo me identifico, en mi juventud, con Apolos en mi dedicación a conocer las Escrituras y en el entusiasmo de enseñarlas. Pero, al igual que Apolos, había áreas en mi conocimiento y experiencia que no eran tan exactas, y que esta hermosa pareja me ayudó a captar correctamente.


Felipe y Susana trabajaban con hispanos en San Clemente y San Juan Capistrano, California, además de Tijuana, México. Las vidas de estos creyentes no eran nada sencillas. Muchos de ellos tenían dos o más trabajos para poder salir adelante y sus esposas también trabajaban arduamente. Era un reto mantener a los hijos en el camino recto, pero Felipe y Susana trabajaban día y noche con las familias para establecerlas con un fundamento sólido en Cristo, discipulando a adultos y jóvenes.


En cuanto a mí, Felipe fue un gran mentor en cuestiones de teología y doctrina, lo mismo que en el arte de la predicación y los fundamentos del pastorado. El hermano Felipe era un gran predicador y un pastor dedicado al bienestar de sus ovejas.


Por otro lado, la hermana Susana fue clave en el desarrollo de mi devoción personal. Fue ella la que me introdujo en el mundo de los grandes autores y mentores espirituales de todos los tiempos, desde San Agustín hasta Tomás Merton. Pasando por los padres de la iglesia, los autores devocionales españoles como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; los ingleses como Juliana de Norwich y William Law; los franceses como Madame Guyon y Francois Fenelon; los americanos como A. W. Tozer y Richard Foster entre otros muchos.


Todos estos directores espirituales proveyeron una experiencia sumamente formativa en mi vida. De ellos, y, sobretodo de la vida devocional de Susana, aprendí a buscar a Dios en la intimidad. Siempre estaré agradecido con Felipe y Susana. Ellos me ayudaron a ser parte del Libro de los Hechos de los Apóstoles en la actualidad.


«Señor, que podamos liberar a más parejas en el ministerio, para que discipulen a esos hombres y mujeres jóvenes que tú estás llamando a servirte en el reino.»

 
 
 
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