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Palabras

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 10 sept
  • 2 Min. de lectura

Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado. Salmo 119:50 (LBLA).


Hola familia, Durante las siguientes semanas tendremos temas variados en este espacio de reflexión. En las predicaciones dominicales no tendremos una serie durante el mes de septiembre. Serán temas libres que escogerán los diferentes predicadores. Este blog procura seguir y ampliar los temas dominicales, pero por este mes, también hablaré temas libres que probablemente no tengan nada que ver con el tema dominical. Creo que es saludable, de vez en cuando hacerlo así. Si Dios quiere regresaremos a las series en octubre.


Dice un autor que estoy leyendo actualmente: “El arte que no proviene del dolor es meramente entretenimiento.” Estoy de acuerdo con esta frase. Sólo el sufrimiento produce los frutos más bellos y provechosos. Y esto es todavía más cierto en cuanto al “arte” de la proclamación del mensaje de la Biblia. El mensaje —llámese, enseñanza, reflexión o predicación— que no proviene del dolor, es meramente entretenimiento. Esto no quiere decir que todos los mensajes que prediquemos o enseñemos tengan que tener como tema del dolor. Eso sería morboso. Pero, si un maestro o un predicador no han experimentado el dolor en cierta área de su vida, muy probablemente no estarán capacitados para hablar del tema de manera amplia, profunda o relevante.


Hablar, enseñar, predicar, compartir una reflexión. En un sentido, mi chamba como pastor consiste en trabajar con palabras. Palabras. Estas unidades abstractas que representan conceptos y realidades concretas. Palabras. A veces pienso, ¿qué tanto pueden hacer las palabras? ¿Cuántos conceptos hemos escuchado o leído, y realmente qué cambios concretos y permanentes han producido en nuestras vidas? No es que haya perdido la fe en mi oficio, sólo que es bueno meditar en qué tanto estamos logrando con la enorme variedad de mensajes que ponemos en circulación.


A pesar de lo que pueda parecer en un momento tedioso de aburrimiento o de confusión, si las palabras provienen de la Escritura en forma inspirada, éstas se hacen vivas y danzan sobre la página o sobre el aliento de la voz. Están “habitadas” por el Espíritu; poseen “magia” (no en el sentido ocultista o esotérico, sino en el sentido más común de la palabra). Porque si las palabras no poseen esa destreza, ¿qué caso tiene confeccionarlas? Necesitamos el increíblemente rico sustrato de la palabra de Dios y el hidratante aliento del Espíritu para que las palabras cobren vida y comuniquen vida.


Hay que orar por inspiración en todos nuestros comunicadores. ¿Me acompañas?


«Señor, encuéntranos en el cruce de la Palabra eterna y el Espíritu vivificante. Concédenos a quienes trabajamos con palabras que éstas estén forjadas en el fuego de tu Espíritu, y en el agua viva de tu Palabra para la gloria de Cristo. Amén.»

 
 
 

2 comentarios



Gerardo Arroyo Jiménez
Gerardo Arroyo Jiménez
11 sept

Pastor, que hermosa frase: "Necesitamos el increíblemente rico sustrato de la palabra de Dios y el hidratante aliento del Espíritu para que las palabras cobren vida y comuniquen vida."

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