He trabajado con esfuerzo y por largas horas y soporté muchas noches sin dormir. He tenido hambre y sed, y a menudo me he quedado sin nada que comer. He temblado de frío, sin tener ropa suficiente para mantenerme abrigado. Además de todo eso, a diario llevo la carga de mi preocupación por todas las iglesias. 2 Corintios 11:27-28
Pablo era un gran líder, todos estaremos de acuerdo. Si alguien pudiera ser tentado a que su éxito se le subiera a la cabeza sería él. Sin embargo estaba muy consiciente de su debilidad. Un par de versículos más adelante dice: “Si debo jactarme, preferiría jactarme de las cosas que muestran lo débil que soy” (v.30). Aquí vemos claramente que Pablo no se sentía un superhombre, al contrario, reconocía toda su debilidad. El sabía que estar consciente de su fragilidad y debilidad lo obligaban a depender de Dios. Lo peor que le puede pasar a un lider es volverse orgulloso y arrogante. Eso es echarse a Dios en contra: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes» (Sant. 4:6). ¡Imagínate obligar a Dios a ponerse en tu contra!
Parte de la debilidad de Pablo era la ansiedad que lo atacaba al pensar en la iglesias que había levantado y que estaban sufriendo persecusión como los tesalonicenses o que estaban equivocándose y desviándose del evangelio de la gracia como los gálatas. Pablo tenía sobradas razones para dejarse llevar por la ansiedad. Sin embargo, no lo hacía. Pablo consideraba que la ansiedad se combatía eligiendo conscientemente no estar ansioso. El convertía su ansiedad en oración y en acciones de gracias, como hemos estado viendo en Filipenses 4.
También creía que la soberanía de Dios era importante para combatir la ansiedad, ya que a menudo nos ponemos ansiosos cuando no sentimos control sobre las circunstancias. Pablo sabía que Dios seguía en control de sus circunstancias por difíciles y caóticas que pudieran parecer. Esto le daba tranquilidad a su alma. Como Dios es soberano y tiene el control de todo lo que nos sucede puede prometer, como hemos visto también, que “a los que amamos a Dios todas las cosas nos ayudan a bien” (Rom. 8:28).
Dios se ha estado “esforzando” por que sepamos que no tenemos porque dejarnos dominar por la ansiedad y la preocupación. Ha estado insistiendo en que sepamos cuanto nos ama y cuan al pendiente de nosotros está. Hay que cobrar ánimo y a la vez animarnos unos a otros a descansar en la bondad de Dios y en su gran amor que nos cubren y nos protegen.
«Señor, elijo no estar ansioso por nada. Decido confiar en tu amor y tu bondad. Respalda mi determinación con tu gracia y tu suficiencia. Gracias porque mi debilidad me da la oportunidad de depender de ti y ver tu fidelidad. Amén.»
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