Oyendo Su Voz
- Gabriel Miyar
- 28 abr
- 2 Min. de lectura
Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias. Apocalipsis 2:7a
Hoy retomamos las reflexiones diarias. Yo espero que en verdad estén siendo de bendición para cada uno de ustedes. Estoy muy consciente de que nos llegan reflexiones por todos lados. Lo que esta reflexión aporta es que tocamos los temas que estamos viendo los domingos en nuestros campus de Palabra de Vida.
Acabamos de concluir la serie, Jesús: El Camino Hacia la Cruz, y fue hermoso que nuestras vidas estuvieran dominadas por lo que sucedió en aquella semana que cambió por completo el curso de la historia y el rumbo de este planeta.
Nos encontramos en unos días de transición entre esa serie y la próxima, que, como acostumbramos cada año, traerá al frente del escenario a la Persona del Espíritu Santo, pues queremos abrirle espacio periódicamente para que podamos crecer en escucharlo y dejarnos guiar por él.
El Espíritu Santo es una Persona, si puedo decirlo así, peculiar. Como cada miembro de la Trinidad tiene su propia “personalidad”. El Espíritu Santo es esa influencia apacible que fácilmente podemos ignorar, si no nos proponemos estar atentos. Pero, no siempre. A veces se manifiesta de maneras sorprendentes, como cuando causó tal bullicio en Jerusalén, que se juntó a una multitud de miles. Y como ha sucedido en ocasiones entre nosotros (pero, queremos mucho más). Lo importante es estar atentos a la forma en la que quiera manifestarse en un momento dado.
Esa sensibilidad a la voz del Espíritu Santo no es algo que normalmente nos viene por instinto, sino algo que debemos cultivar. Esta mañana tenemos la oportunidad de acercarnos a él y pedirle que nos hable. ¿Qué estamos viviendo en estos días y cómo podemos darle mayor espacio al Espíritu Santo para que nos guíe y tomemos las mejores decisiones? ¿Qué situación estamos evadiendo, que sabemos que tenemos que enfrentar, pero nos falta valor para hacerlo?
Hoy podemos acercarnos al Espíritu Santo para pedirle que nos dé el valor que necesitamos, confiando en que él estará allí con nosotros, una vez que nos decidamos a tomar “el toro por los cuernos.” No tenemos que sentirnos valientes, él se encargará de eso. Sólo que seamos dóciles para con él y obedientes, a lo que él nos haga sentir.
En pocas palabras, cultivar una relación con el Espíritu Santo, aunque similar a nuestra relación con el padre y con Nuestro Señor Jesucristo, tiene su propio toque personal. El Espíritu Santo está muy deseoso de revelarse a nosotros de maneras tan diferentes como la creatividad inmensa que hay en él.
«Señor Espíritu Santo, yo te pido este día que te manifiestes de manera muy especial en cada persona que lee esta reflexión. Que hoy pueda sentir tu influencia y tu dirección y, al hacerlo, llenarse del gozo que proviene de estar escuchando tu voz reconfortante y poderosa. En el nombre de Cristo Jesús, amén.»
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