Hijos, obedezcan a sus padres porque ustedes pertenecen al Señor, pues esto es lo correcto. «Honra a tu padre y a tu madre». Efesios 6:1-2a (NTV).
En pocas palabras, el propósito de la disciplina es producir obediencia. La obediencia es un concepto central en el hogar cristiano. Tarde o temprano tus hijos dejarán tu hogar. Desde que dan sus primeros pasos se dirigen hacia la puerta de tu casa. La obediencia de tus hijos sigue la misma trayectoria. Cuando son muy pequeños no tienen opción, deben obedecer. Pero, conforme van creciendo y van entrando a la adolescencia se van haciendo astutos para el trueque, y la obediencia se convierte en una lucha. Tu meta es transferir gradualmente la obediencia de tus hijos de ti como padre a Dios como su Padre celestial. Entre más obedientes se los entregues a Dios menos sufrirán bajo Su Paternidad amorosa, pero firme.
Como dice Arturo, mi hermano, los hijos no solamente son “flechas” que lanzas hacia el futuro con la esperanza de lanzarlos a una vida mejor y más plena que la que tú tuviste; los hijos también son estafetas que pasas. Estafetas que le pasas a Dios. Tarde o temprano se los entregas a Dios y te haces a un lado. No te alejas ni te desentiendes, pero de allí en adelante Dios los toma y quedan bajo su jurisdicción directa. Así que entre mejor los prepares para esto, mejor les irá en la vida bajo la dirección de Dios.
Quienes no emplean la vara de disciplina odian a sus hijos. Los que en verdad aman a sus hijos se preocupan lo suficiente para disciplinarlos. Prov. 13:24 (NTV).
Si tú rehuyes el disciplinarlos, Dios no. “Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo” (Heb. 12:6, NTV). Y créeme, ¡Dios tiene la mano pesada! “Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano (Salmo 32:4, NTV).
A lo largo de mi vida me dado cuenta de qué Dios no escatima el causarnos dolor, pues Dios sabe que definitivamente muchas veces lo necesitamos. Y a menudo, esto incluye el dolor físico. No es como que Dios baja del cielo y te da un varazo o una nalgada, pero si muchas veces te deja experimentar dolor físico a través de un accidente o una enfermedad. Sé que suena muy duro, pero muchos lo sabemos de primera mano. El fin de esto es que nos arrepintamos y volvamos al camino de la vida.
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