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¡No te Salgas de la Gracia!

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 26 mar
  • 2 Min. de lectura

»Eso es lo que les hará mi Padre celestial a ustedes si se niegan a perdonar de corazón a sus hermanos. Mateo 18:23-35


Ayer en el reporte que nos envía nuestra amada Zaira acerca de la salud del pastor Marco Suárez, nos envió una fotografía de la cicatriz de la cirugía. ¡Es enorme! ¡Y estará allí para recordarle a Marco la increíble gracia de Dios! Gracia que lo libró de la muerte y le está concediendo años de vida, que no estarían allí si no fuera por esa misma gracia.


Esto nos recuerda que todos los días vivimos por la gracia de Dios. No hay ninguna otra razón por la cual nos podamos levantar por la mañana y ver la luz de un nuevo día. La gracia de Dios es la que nos da vida, nos sostiene, nos cubre y todos los días se renueva en forma de misericordia y provisión de vida y de todo lo que necesitamos. Cada respiración y cada latido de nuestro corazón es una manifestación de la gracia de Dios.


Y la voluntad de Dios para nosotros es que multipliquemos esa gracia y la extendamos a los demás. A ese prójimo, que nos recuerda que no estamos solos en el mundo, ni vivimos solamente para nosotros mismos.


Antier en nuestra reunión del grupo de hombres veíamos la lección donde habla de liberar a los demás y de librarnos nosotros mismos de los pecados que se cometen contra nosotros al perdonar.


Arturo nos recordó de la parábola de los Dos Deudores en Mateo 18:23-25. De como un nombre le debía millones y millones a un rey; de cómo el rey había ordenado a sus siervos que lo vendieran como esclavo, a él y a toda su familia, y de cómo este deudor cayó de rodillas y suplicó al rey que le tuviera paciencia. El rey, compadecido y lleno de gracia, no solamente le tiene paciencia, sino que le perdona toda la deuda.


Cuando este siervo sale, va y busca a otro que le debía una cantidad miles de veces menor que la que a él le habían perdonado, pero en lugar de perdonar a su compañero, lo metió en la cárcel, hasta que pagara hasta que le pagara lo que le debía. Entonces, los siervos del rey fueron con él y le dijeron lo que había sucedido. El rey furioso mandó llamar a este ingrato y a su vez lo metió en la cárcel, hasta que pagara hasta el último centavo.


Es una parábola muy fuerte que nos habla de qué si nosotros no perdonamos a los demás los pecados que cometen contra nosotros, Dios no nos perdonará a nosotros nuestros pecados. No importa que ya se haya pronunciado el perdón, nuestra negativa a perdonar las deudas infinitamente menores que los demás incurren con nosotros, Dios puede revocar ese perdón y hacerlo nulo.


¡Esta mañana quiero instarte, urgentemente a que vivas bajo la gracia de Dios y jamás te salgas de ella! Recíbela con abundante gratitud y otórgala con absoluta liberalidad, no solamente estarás librando al que pecó contra ti, sino que te estarás librando tú mismo de la peligrosísima y mortal condición de la ausencia de la gracia en tu vida.

 
 
 

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