Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí». Mateo 9:12
Estar apartados del mundo no significa no juntarnos con los incrédulos. Muchos cristianos piensan que “separarse” o “apartarse” del mundo, es decir, vivir como “santos,” significa que ya no tenemos convivencia con los no creyentes, que no asistimos a sus celebraciones familiares y cosas así. Y es extraño que sigamos pensando así por dos motivos: Primero, porque tenemos el testimonio de Nuestro Señor Jesús —y este es el más poderoso de los dos. Y en segundo lugar, porque tenemos escrituras extraordinariamente claras al respecto.
Siguiendo un orden inverso, veamos primero la escritura clara:
Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. 10 Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salir de este mundo. 11 Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer. 1 Cor. 5:9-11 (NVI).
La prohibición no es a juntarnos con los pecadores incrédulos. Si esa fuera la prohibición, dice Pablo, tendríamos que salir del mundo (porque el mundo está repleto de pecadores incrédulos). Eso es exactamente lo que Jesús, en su oración de Juan 17, le pidió al Padre que no hiciera: “No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno” (v.15). Sin embargo, muchísimos creyentes insisten en aislarse de la gente del mundo.
Ahora, el testimonio del Señor Jesús:
Más tarde, Mateo invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena en su casa, junto con muchos cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama. 11 Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a los discípulos: «¿Por qué su maestro come con semejante escoria?». Mateo 9:10-11
El Señor se sentaba a la mesa de los pecadores y comía con ellos, a pesar de que para los judíos comer con pecadores incrédulos era una abominación.
Ahora bien, la idea no es que nos emborrachemos con los incrédulos o contemos chistes inapropiados, o usemos de lenguaje altisonante, o que imitemos sus conductas pecaminosas. Pero, convivir con ellos, asistir a sus celebraciones guardando una conducta digna y moderada, pero sin enjuiciar. Eso es lo que Jesús hacía. Y quizás tener la oportunidad de convivir con alguien sano y mesurado que sabe reír y gozar la vida sin dejarse dominar por los excesos y por lo malo les haga ver el contraste con su propia conducta y desear lo que tenemos.
«Señor, ayúdame a relacionarme con la gente de este mundo tal y como tu lo hacías. Sin evitarlos, ni rechazarlos, pero a la vez comportándome de una manera sana y limpia.»
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