Necesidad Desesperada
- Gabriel Miyar
- 22 may
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—Tu nombre ya no será Jacob—le dijo el hombre—. De ahora en adelante, serás llamado Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Génesis 32:28
En Génesis 32, Jacob está regresando a su tierra después de haber vivido y hecho su fortuna en Harán por 20 años. Dios le había dado una promesa: “Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido» (Gen. 28:15, NVI).
Sin embargo, como sucede a menudo con nosotros, Jacob está lleno de temor, pues, recuerden que había despojado a su hermano Esaú de su primogenitura. En su oración a Dios dice: “¡Líbrame del poder de mi hermano Esaú, pues tengo miedo de que venga a matarme a mí y a las madres y a los niños!” (32:11, NVI).
“Aquella misma noche,” Jacob no podía dormir y, lleno de ansiedad, llevó a sus dos esposas, a sus hijos y a sus pertenencias del otro lado del arroyo de Jaboc, y él se quedó allí, solo, orando con desesperación. En eso se le apareció el Angel del Señor, y Jacob se prendió de él y forcejeo con el insistiéndole que lo bendijera: “Entonces [el Angel] dijo: —¡Suéltame, que ya está por amanecer! —¡No te soltaré hasta que me bendigas! —respondió Jacob” (v.26, NVI). Esa noche, Jacob prevaleció con el Señor, y se ganó el nombre de “Israel.”
Te cuento este relato, porque en este tiempo que estamos en una búsqueda seria por más del Espíritu Santo en nuestras vidas, hay un elemento que es esencial y es el de la desesperación. ¡Si, la desesperación!
Si en nuestra necesidad no estamos lo suficientemente desesperados como para perseverar y prevalecer con Dios, probablemente no vamos a recibir más de su Espíritu Santo. Necesitamos estar desesperadamente conscientes de nuestra necesidad de vivir en la llenura del Espíritu Santo. Si tenemos alguna noción de que podemos salir adelante sin él, no lo pediremos con insistencia. Recuerden la parábola del vecino insistente que recibió lo que necesitaba para atender a su invitado imprevisto (Lucas 11:5-13). Es en este contexto de insistente súplica que Jesús afirma:
Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lucas 11:13, NVI).
Y la implicación, por el contexto, es: “a quienes se lo pidan con desesperada insistencia.”
Yo he llegado al punto de clamar: «Señor, necesito urgentemente que me llenes de tu Espíritu Santo. No puedo llevar a cabo mi misión, ni siquiera puedo ser un creyente conforme a tu voluntad, si no me llenas con tu Santo Espíritu.»
"—¡Suéltame, que ya está por amanecer! —¡No te soltaré hasta que me bendigas!" Me hace pensar en buscar a Dios en la madrugada antes que amanezca
Amén ⚘️
Señor, necesitamos deTu llenura desesperadamente