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Música Por Dentro y Por Fuera

Foto del escritor: Gabriel MiyarGabriel Miyar

¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes? Ustedes no son sus propios dueños. (1 Cor. 6:19 NTV).


Pues al parecer no. Al parecer, los creyentes de Corinto realmente no sabían que su cuerpo era el lugar de residencia del Espíritu Santo. No que Pablo no se los hubiera enseñado, por supuesto que lo había hecho, pero a ellos no les terminaba de caer el veinte. Es como el cerebro de José en el blog La Pierna Fantasma. El cerebro de José sabía, pero no sabía, que ya no tenía la pierna izquierda.


Creo yo que realmente no sabemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Así, lo que se dice saber, no sabemos. Pues, actuamos como si fuéramos los dueños de nuestro propio cuerpo y con facilidad le damos vuelo a la hilacha, andando en inmoralidad, engaño, celos, chismes, rivalidades y pleitos de todo tipo, excesos y cosas semejantes. No hay esa conciencia penetrante de ser un “recinto” santo, habitado por el Espíritu de Dios, resplandeciente de su Presencia.


Es cierto, dijimos, que nuestro cuerpo es una frágil vasija de barro dentro de la cual se halla este increíble tesoro. La idea es que cada vez más y más este tesoro resplandezca desde el interior hacia el exterior. Siempre tendremos un “envase” frágil, sujeto aún a desequilibrios hormonales y de neurotransmisores, que afectan nuestro estado de ánimo, pero todo eso no significa que debamos permanecer siempre frágiles moralmente.


Pablo luchaba por que los Corintios y, de rebote, nosotros, vieran la incongruencia que sus vidas representaban. Y que nuestras vidas pueden representar. El Espíritu Santo volvió a crearnos en Cristo Jesús, convirtiendo nuestros espíritus muertos en templos tan esplendorosos que él está más que dispuesto a habitar en ellos permanentemente, como el tesoro más grande que Dios le ha dado a la humanidad. El Padre nos llenó de gloria, poder, revelación, santidad, esplendor, rectitud, el fruto del Espíritu, los dones del Espíritu y la vida y carácter de Cristo. El adornó de manera exuberante nuestro ser interior hasta que, espiritualmente hablando, nos convertimos en santuarios de valor incalculable, rebosando de la gloria de Dios.


Sí, la obra del Padre en nuestras vidas no está terminada. Por dentro lo está, como dijimos la semana pasada: “Esta obra en nuestro interior fue tan gloriosa y perfecta que cuando quedó terminada, el Padre declaró que éramos: «Hechura Suya,» creados en Cristo Jesús (Efesios 2:10).” Pero esta perfección interior debe abrirse paso hacia el exterior conforme alimentamos y nutrimos la actividad del Espíritu Santo y resistimos la actividad de nuestra carne.


Y lo que nos anima constantemente en esta lucha hacia el exterior es que, como hemos visto, tenemos una promesa ciertísima en la cual Pablo afirma: “Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva” (Fil. 1:6 NTV).


No debemos resignarnos a una vida carente de santidad y escasa en victoria sobre el pecado. Tampoco hay que resignarnos, como decíamos, a una vida desprovista de alegría, inconstante en la oración y escasa de esa gratitud de espíritu que florece sea cual sea nuestra situación. Todo esto, mencionamos, es “apagar el Espíritu.” No. Hay que “avivar” el fuego del Espíritu Santo. Tenemos todos los alicientes para lograrlo.


En 1 Cor. 6, (¡ese capítulo tan revelador! ¡Gracias a Dios por la carnalidad de los Corintios!) no solamente nos dice Pablo que somos templo del Espíritu Santo, sino que —a la manera nupcial de Génesis 2:24, “los dos se convierten en uno solo”— somos “un espíritu con Cristo.” Nuestro Espíritu se ha unido a él en un matrimonio espiritual indisoluble. Somos uno con él, tanto como él dijo que lo era con el Padre cuando afirmó: El Padre y yo Uno somos (Juan 10:30).


Así que, volviendo al punto de donde partimos el 12 de junio en Efesios 5:18-20 (NTV):


No se emborrachen con vino, porque eso les arruinará la vida. En cambio, sean llenos del Espíritu Santo cantando salmos e himnos y canciones espirituales entre ustedes, y haciendo música al Señor en el corazón. Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.


¡Música por dentro y por fuera! ¿Es posible esta clase de vida? Definitivamente sí, pero estoy muy consciente de que requiere de una seria inversión de fe, de búsqueda, de lucha contra los obstáculos naturales, incluyendo ese monólogo interno. Y requiere de esa sencillez de espíritu que redunda en obediencia. Y de mucha, mucha perseverancia. Pero, bueno, ¿qué clase de vida queremos llevar? ¿La fácil o la plena?


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1 Comment


Unknown member
Jun 26, 2023

Parecería un asunto mágico, pero no lo es, es poder de Dios en el Espíritu: una Actitud plena de gratitud, una intención de estar siempre alegres y orando constantemente, nos introduce a un nuevo estilo de vida.

Gracias Pastor.

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