Dios… bendice a todos los que escuchan el mensaje y obedecen lo que dice, porque el tiempo está cerca. Apoc. 1:3
El domingo tocamos el penúltimo mensaje en la serie “Entregados,” o lo que es lo mismo, “Cómo vivir una vida dedicada a Dios.” Una vida de devoción. De piedad. Centrada en Dios. Hablamos de lo que nos toca a nosotros hacer, “ejercitándonos” para la vida dedicada a Dios. Pero, por cuestiones de tiempo, no pudimos hablar de uno de los medios principales para ejercitarnos en la devoción. La Palabra de Dios. Así que lo haremos en este y los siguientes blogs.
Es evidente que la Palabra de Dios juega un papel crucial en nuestro crecimiento hacia una vida dedicada a Dios. Una parte esencial de nuestra propia práctica de la devoción, por lo tanto, será nuestro tiempo en la Palabra de Dios. Cuánto tiempo pasemos depende del método que utilicemos. Los Navegantes usan los cinco dedos de la mano para recordar los cinco métodos en los que incorporamos la Palabra de Dios a nuestra vida: escuchando, leyendo, estudiando, memorizando, y meditando. Vamos a considerarlos uno por uno en estas reflexiones.
Lo más común para integrar la Palabra de Dios a nuestras vidas es escuchándola cuando nos la predican y enseñan nuestros pastores y maestros, respectivamente. Jesucristo mismo le ha dado a la iglesia gente con el don para enseñar las verdades de su Palabra, para recordarnos las lecciones que tendemos a olvidar y para exhortarnos a ser constantes en su aplicación. Debemos poner atención a aquellos que Dios nos ha dado para este propósito, porque ellos nos enseñan “Todo el consejo de Dios” (Hech. 20:27).
Debemos cuidarnos de no ser como los judíos de tiempos de Ezequiel. “Ellos se acercan fingiendo sinceridad y se sientan delante de ti. Escuchan tus palabras, pero no tienen ninguna intención de hacer lo que tú les dices… Les resultas muy entretenido, como alguien que les canta canciones de amor con una hermosa voz o les toca buena música con un instrumento. ¡Oyen lo que les dices, pero se niegan a hacerlo!” (Ezeq. 33:31-32).
La clase de público que le agrada Dios es como el de la iglesia de Berea:
Los de Berea tenían una mentalidad más abierta que los de Tesalónica y escucharon con entusiasmo el mensaje de Pablo. Día tras día examinaban las Escrituras para ver si Pablo y Silas enseñaban la verdad (Hechos 17:11).
Ellos no escuchaban para ser entretenidos. Se daban cuenta de que estaban en juego asuntos de peso eterno. Debemos ser como ellos. Escuchar ávidamente con una intención de obedecer.
«Señor, dame un corazón hambriento de la verdad, abierto a escuchar y obedecer. Enséñame a recibir con humildad la palabra proclamada, reconociendo que no soy autosuficiente y que necesito los dones que les has dado a otros. Ayúdame a ser un oidor obediente. Amén.»
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