Siempre has puesto un muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades (Job 1:10, NTV).
¡Que importante es nuestra función sacerdotal en el hogar! Sobre todo la parte donde guiamos a nuestra familia en oraciones ágiles y oportunas, donde los instruimos y donde entramos al lugar santísimo por medio de la sangre de Cristo para interceder por ellos. Ya vimos en cuanto a guiarlos en oración e instruirlos que lo mejor es hacerlo de una forma orgánica que surja de nuestra relación vital con Dios.
Recurrimos a Deuteronomio 6. “[Estas palabras] las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (v.7). Esta importante cita bíblica está haciendo referencia a situaciones ordinarias que forman parte de nuestra vida diaria, como el sentarse alrededor de la mesa, o el salir en el auto familiar. Cuando les das las buenas noches o los buenos días. Todas estas son ocasiones oportunas para cumplir con nuestro deber sacerdotal.
Uno pensaría que todos los padres hacen este tipo de cosas, pero desgraciadamente no es así. ¿Cuantos padres realmente se levantan tempranito en la madrugada para orar por sus hijos? Para interceder por sus necesidades, por su caminar en Cristo y su crecimiento espiritual, por sus familias, en caso de tenerlas. Para cubrirlos de modo que el enemigo no pueda tocarlos y tenga que quejarse como lo hacía Satanás respecto de Job en Job 1:10 (NTV): “Siempre has puesto un muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades.” Esta protección venía en respuesta a las oraciones sacerdotales de este gran hombre.
Cuándo oigo que Jenny enciende su auto poco antes de las seis de la mañana para salir al trabajo, ese sonido es mi señal para orar por ella, cubrirla y ponerla en manos de Dios. Es mi señal para pedir que Dios la guarde y la proteja y le dé un buen día en el trabajo. Y de allí puedo ampliar mis oraciones por otros aspectos de su vida. Esto me lleva a orar por sus hermanos.
Además, siendo el primogénito en mi hogar de origen también siento la necesidad de orar por mis hermanos y por mis papás, todos ellos parte de la familia más grande aunque no viven en mi hogar.
Ejercer esta labor sacerdotal es un gran privilegio, pero también es esfuerzo, es trabajo e inversión, día tras día. Y requiere de perseverancia. Requiere de “una larga obediencia en la misma dirección.” Pero, tarde o temprano esto traerá frutos invaluables.
Seas padre o madre de familia, o no, en base a esto, ¿qué decisión puedes tomar hoy que te lleve a cumplir mejor tu oficio sacerdotal en el hogar?
Yorumlar