¡Imagina!
- Daniela Orozco

- 15 oct
- 2 Min. de lectura
Estimado Teófilo, en mi primer libro me referí a todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar hasta el día en que fue llevado al cielo, luego de darles instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. Hechos 1:1-2
Me gusta mucho el inicio del Libro de los Hechos porque Lucas deja claro que en su primer libro, es decir, en el evangelio de Lucas, escribió las cosas que Jesús comenzó a hacer. Por lo tanto, podemos asumir que este segundo libro es la continuación de las obras de Jesús, quien continúa actuando por medio de Su Iglesia.
Ahora, la Iglesia es descrita como “el Cuerpo de Cristo” porque continuamos haciendo las cosas que Jesús hacía. De hecho, al igual que Jesús, nosotros actuamos con el poder del Espíritu Santo. Este poder del Espíritu es el que nos ayuda a vivir una vida piadosa que agrade a Dios y también a compartir el Evangelio con otros, además de que nos da la oportunidad de ver milagros y prodigios.
En el Libro de Hechos podemos leer sobre cómo los apóstoles compartían el Evangelio por el mundo y las dificultades que enfrentaron, así como también las maneras milagrosas en las que fueron usados por Dios. Por ejemplo, en Hechos 19:23-41 vemos que los discípulos se metieron en problemas en Éfeso porque muchas personas entregaron sus vidas a Jesús y los plateros que vendían figuras de la diosa Diana empezaron a tener pérdidas económicas.
¿Te imaginas que nosotros empezáramos a predicar el Evangelio de manera que miles de personas entregaran sus vidas a Cristo y las personas que venden imágenes dejaran de tener ganancias?
Creo que algo que puede limitarnos mucho de vernos como discípulos de Jesús que pueden provocar este tipo de transformación, es que vemos esto como algo muy extraordinario y reservado para algunas pocas personas, tal vez pastores o misioneros, pero no como una posibilidad para cada creyente.
Sin embargo, me gustaría animarte a que leas el Libro de los Hechos con la convicción que de todas esas cosas siguen sucediendo y que prestes atención a las oportunidades que tienes en el día para compartir de Dios, orar por alguien, testificar de tu fe e incluso orar por algún milagro.
«Señor, ayúdanos a leer Tu Palabra con fe y dirígenos para identificar las oportunidades que el Espíritu nos da para ser parte de lo que Tu sigues escribiendo. Amén.»

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