Los escondes en el refugio de tu presencia, a salvo de los que conspiran contra ellos. Los proteges en tu presencia, los alejas de las lenguas acusadoras. Sal. 31:20 (NTV).
Muchos de nosotros cuando éramos pequeños, la mayor parte del tiempo teníamos una sensación de seguridad: había adultos responsables que podían ayudarnos cuando los llamábamos.
Pero, en muchos otros hogares —demasiados— no hay esa clase de sensación de seguridad. En mi propio hogar de origen mis papás eran normalmente discretos para pelearse, casi siempre. Pero, aunque eran discretos, los efectos de sus conflictos tras bambalinas se sentían y creaban diferentes medidas de inseguridad en cada uno de nosotros dependiendo de su carácter y su propensión a la ansiedad.
Hay casos mucho peores donde alguno o ambos padres, quizás a causa de alguna adicción, son crueles y violentos y maltratan a sus hijos, dejándolos con una sensación permanente de inseguridad y una enorme ansiedad.
Uno de los objetivos al establecer tú un hogar cristiano debe ser proporcionar un lugar de seguridad para tu familia —“el refugio de [Su] presencia.” Cuando tú y tus hijos atraviesan el umbral de tu casa y se cierra la puerta, necesitan sentirse seguros. Al igual que los niños que tocan la base cuando juegan a las escondidas, el correr y ser perseguidos, el esconderse y el temor deben terminar.
En mi hogar mi papá era un gran disciplinante, lo hacía “a libre demanda”, pero si alguno de nosotros confesaba que había hecho algo malo, antes de que él se enterara por otro lado, el castigo solía ser mucho más leve o incluso inexistente. Aunque las consecuencias de nuestros errores muchas veces teníamos que sufrirlas. Pagar el objeto roto o disculparnos con alguien.
Nuestros hogares necesitan ser espacios seguros que invitan a decir la verdad no a ocultar los errores y desobediencia.
Nuestros hogares necesitan ser lugares donde se está a salvo a pesar de equivocarnos. Como dice Robert Wolgemuth, nuestro hogar es un laboratorio de la vida donde a la gente se le permite fallar.
Nuestros hogares deben ser también espacios donde podemos preguntar cualquier cosa. Donde no nos callamos nuestras interrogantes e inquietudes. Y para esto los padres deben hacer a un lado el escandalizarse, aunque la pregunta o la inquietud se trate de temas delicados.
Finalmente, nuestros hogares necesitan ser lugares seguros y refugios de paz y aceptación para nuestros vecinos y amistades. Como comenté en otro lado, el hogar que mis padres edificaron cuando se hicieron cristianos siempre estaba lleno de jóvenes que se sentían a gusto y protegidos en este ambiente. Y sabían porqué, pues no ocultábamos nuestra fe, al contrario la compartíamos con ellos.
Gracias por tus comentarios.
Buenos días Ps. Gabriel,
Este y muchos otros blogs que has escrito están tan nutridos y llenos de tantas verdades que para mí, los leería una y otra vez, para recordar las cosas que son importantes en la vida, muchas gracias por lo que escribes y compartes, bendice mi vida.