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¡Felices!

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 24 sept
  • 2 Min. de lectura

Muchas veces hemos dicho que quizás la prueba más grande de la veracidad del evangelio es que unas cuantas semanas después de la muerte de Jesús sus discípulos estaban propagando el mensaje del evangelio por todos lados con gran valor y poder. Aunque ninguno que no fuera su discípulo lo vio, sus seguidores vieron al Señor Jesucristo resucitado y tuvieron comunión con él. El firme testimonio que dieron de su resurrección y el poder del Espíritu Santo que vino sobre ellos en Pentecostés apuntan a la veracidad del hecho más importante de la historia: ¡Jesús resucitó!


En Hechos capítulo 5 (no me he podido alejar del Libro de los Hechos de los Apóstoles), el sumo sacerdote y los saduceos encierran a los apóstoles en la cárcel (el capítulo no especifica cuáles apóstoles, sólo se menciona por nombre a Pedro). Pero en la madrugada un ángel les abre la puerta de la prisión y regresan a predicar el evangelio en el templo.


De nuevo, las autoridades religiosas los apresan y los traen al Consejo Supremo (sanedrín) amenazándolos que no prediquen más en el nombre de Jesús. Los apóstoles responden: “¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” (5:29). Mientras están discutiendo cómo acabar con esta “plaga” de los seguidores de Jesús se levanta Gamaliel, un fariseo muy reconocido, y les dice:


«Hombres de Israel, ¡tengan cuidado con lo que piensan hacerles a estos hombres! Hace algún tiempo, hubo un tal Teudas, quien fingía ser alguien importante. Unas cuatrocientas personas se le unieron, pero a él lo mataron y todos sus seguidores se fueron cada cual por su camino. Todo el movimiento se redujo a nada. Después de él, en el tiempo en que se llevó a cabo el censo, apareció un tal Judas de Galilea. Logró que gente lo siguiera, pero a él también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron.


»Así que mi consejo es que dejen a esos hombres en paz. Pónganlos en libertad. Si ellos están planeando y actuando por sí solos, pronto su movimiento caerá; pero si es de Dios, ustedes no podrán detenerlos. ¡Tal vez hasta se encuentren peleando contra Dios!». (Hechos 5:35-39).


¡Ahí está! ¿Lo ves? Mataron a Teudas y “todos sus seguidores se fueron cada cual por su camino. Todo el movimiento se redujo a nada.” Mataron a Judas de Galilea “y todos sus seguidores se dispersaron.” Pero, ¡mataron a Jesús y sus seguidores se multiplicaron y conquistaron al imperio romano!


Finalmente, las autoridades religiosas liberan a los apóstoles, no sin antes azotarlos salvajemente. Y dice: "Los apóstoles salieron del Concilio Supremo con alegría, porque Dios los había considerado dignos de sufrir deshonra por el nombre de Jesús. Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando este mensaje: «Jesús es el Mesías». (Hechos 5:41-42).


Nosotros somos esos seguidores gozosos de quienes Jesús resucitado habló cuando le dijo a Tomás: —“ —¿Creíste porque me viste? ¡Felices los que confían en mí sin haberme visto!” (Juan 20:29), y seguimos llenando felices al mundo del mensaje vivo del Jesús resucitado!

 
 
 

2 comentarios



Ximena Garabito
Ximena Garabito
24 sept

Siempre me da tristeza y hasta vergüenza pensar que tantos tuvieron que ver la muerte y resurrección de Jesús para creer en Él. Con esta reflexión me hiciste verlo de una forma más positiva y milagrosa, porque tienes razón, los hombres que buscaron idolatría pagaron por su pecado con el máximo precio, y la gente que les seguía simplemente se dispersó.

Pero no con Dios. Aún en su muerte la fe prevaleció y como dices, se multiplicó.

Qué bendición, y así es, cuando confías en Dios aún sin haberlo visto (no de la forma en que esperarías, en cualquier caso) eres dichoso.

Amén 🙏🏻 💕

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