No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, entrénate para la sumisión a Dios. 8 «El entrenamiento físico es bueno, pero entrenarse en la sumisión a Dios es mucho mejor, porque promete beneficios en esta vida y en la vida que viene» 1 TImoteo 4:7-8
Ayer iniciamos el penúltimo tema de la serie: “Ejercítate, o entrena, para la Devoción a Dios.” Entréhgate a una vida completamente dedicada a Dios. Es el tema de la autodisciplina, es una palabra que no nos gusta mucho, pero que es muy necesaria.
De muchas formas, vimos ejemplos de cómo las personas que quieren sobresalir en el ámbito del atletismo y los deportes necesitan comprometerse de corazón con la disciplina y el entrenamiento necesarios. De esto está hablando el apóstol Pablo en primera de Timoteo 4:7-8.
Una cosa muy curiosa es que, estando en nuestro campus de Patria, en un momento dado, había varios fisiculturistas y entrenadores de fisiculturismo. Ellos sabían perfectamente de lo que yo estaba hablando cuando hablaba de qué es necesario el compromiso y la disciplina para poder lograr una vida realmente dedicada a Dios.
Los atletas y los deportistas saben todo el riguroso entrenamiento y ejercicio que necesitan realizar para poder ganar en la cancha. No es diferente en el Espíritu. Necesitamos dar el todo. Pero yo no quería que quedara la impresión como de que todo es “apretar los dientes” y asumir la carga, echarla sobre los hombros y darle.
Tenemos un maravilloso entrenador que es el Espíritu Santo. Él está continuamente animándonos, dándonos fuerzas y potenciándonos con el increíble poder de Dios para que podamos llevar a cabo lo que Dios nos pide.
Esta es la gran diferencia con el mundo. En el mundo son muy pocos los que pueden realmente lograr grandes éxitos. En el reino de Dios casi cualquier persona ordinaria con un poquito de entrega y un poquito de disciplina puede lograr grandes cosas. Nuestros pequeños pasitos de bebé son potenciados por el Espíritu Santo y se convierten en grandes zancadas de avance en el reino de Dios. Esa es la maravilla de tener un Coach, una persona, la tercera Persona de la Trinidad, que es el mejor de los entrenadores que podemos imaginar.
Él siempre está animándonos y supliendo todo lo que nos hace falta. Nos consuela cuando hemos fracasado, corrige nuestros errores y nos muestra la forma de enmendar nuestro camino. El Espíritu Santo es el mejor Coach que puede existir y está de nuestra parte. Y Él se encargará de qué lleguemos a rendir al máximo de nuestras posibilidades y mucho más allá.
Tener esa clase de Coach hace toda la diferencia del mundo. No se nos deja a nuestros propios esfuerzos. Tenemos a nuestra disposición todo el poder de Dios en la Persona del Espíritu Santo. ¡Así que, hay que decidir entregarnos completamente a Dios y confiar en la capacitación del Espíritu Santo!
Pasos pequeños potenciados por el Espiritu de Dios, siempre seran mas grandes que el máximo esfuerzo del hombre. ¡Gracias por conpartir!
Amén, feliz y bendecida semana