top of page

El Israel de Dios

  • Foto del escritor: Daniela Orozco
    Daniela Orozco
  • 6 nov
  • 2 Min. de lectura

Mientras Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. 45 Los creyentes judíos que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los no judíos, 46 pues los oían hablar en lenguas y alabar a Dios. Hechos 10:44-46a


Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. 9 Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe. Hechos 15:8-9


En esta serie de predicaciones el Libro del Hechos ha tenido una importancia especial, pues todo lo fundamentamos en la idea de que seguimos escribiendo esta historia como Iglesia de Jesús. Respecto a nuestra relación con el pueblo de Israel, el libro de los Hechos también sienta un precedente muy importante.


Como sabemos, la fe cristiana nació en el pueblo judío, entre aquellos que reconocieron a Jesús como el Mesías prometido. En Hechos 10 podemos leer uno de los primeros acercamientos que tuvo una persona no judía con el cristianismo, Cornelio, quien escuchó el mensaje de salvación de Pedro, entregó su vida a Cristo y fue bautizado con el Espíritu y después en agua.


De la misma manera, nosotros recibimos el mensaje del Evangelio por medio de los escritos de los primeros judíos creyentes y tenemos todas las Escrituras judías (el Antiguo Testamento), que nos revelan a Dios, sus promesas y su corazón. Por lo tanto, nuestra respuesta al pueblo judío debe ser un profundo agradecimiento por haber preservado la Palabra de Dios que ahora podemos disfrutar, igual que Cornelio.


Por otro lado, en Hechos 15 podemos leer cómo la Iglesia primitiva dirigida por los apóstoles decidió que no era necesario que los gentiles se convirtieran en judíos para poder seguir a Jesús. De la misma manera, nosotros en la actualidad no necesitamos seguir la Ley de Moisés, pues Jesús nos purificó con Su sangre. Entonces, no es necesario que busquemos hacernos judíos porque los elementos de la religión judía no nos hacen más santos ni más espirituales.


Nuestra relación con el pueblo de Israel más bien consiste en reconocer que las raíces de nuestro cristianismo vienen de ellos, por lo que podemos estar agradecidos. Así, son el hermano mayor de nuestra fe, por lo tanto los honramos, los bendecimos y oramos por ellos, aunque no siempre hagan lo correcto.


«Señor, gracias por el pueblo de Israel, bendícelos y protégelos. Que Tú paz reine en Jerusalén. Amén.»

 
 
 

Comentarios


bottom of page