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Foto del escritorGabriel Miyar

El Inocente que se Siente Culpable

Yo, sí, yo solo, borraré tus pecados por amor a mí mismo

y nunca volveré a pensar en ellos. Isaías 43:25


Ya hemos hablado acerca del culpable que se sabe culpable y se arrepiente y confiesa su pecado y es perdonado en Cristo. Hablamos también del culpable que se siente inocente y que, por acción de la gracia de Dios, abre su corazón a la posibilidad de estar equivocado y recibe convicción de pecado por acción del Espíritu Santo: “y cuando [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado” (Juan 16:8). “Convencer” implica vencer una resistencia. Entonces, la persona deja de resistirse, se arrepiente y es perdonada.


Hoy hablaré del inocente que se siente culpable.


Cuando hablo de “inocente,” no refiero a alguien impecable en un sentido absoluto, sino que me refiero al creyente que fue perdonado y lavado por Cristo pero no se siente limpio. No tiene paz en su corazón. Sigue sintiendo culpa.


Esto puede ser por diferentes razones. Tal vez siente que su pecado fue demasiado grande, causó demasiados estragos, dañó vidas y quizás las marcó de forma permanente. O tal vez siente que necesita hacer algo para resarcir el daño.


Para todo esto, la respuesta es conocer, de verdad, la gracia de Dios:


¡Vengan y aclaremos las cuentas! —dice el Señor—, por profunda que sea la mancha de sus pecados, yo puedo quitarla y dejarlos tan limpios como la nieve recién caída. ¡Aunque sus manchas sean rojas como el carmesí, yo puedo volverlas blancas como la lana! Isaías 1:18 (NBV).


En este texto el Señor te llama a aclarar y hacer cuentas de una vez por todas y no seguir cargando con la culpa. El lenguaje describe la mancha más negra que puedas imaginar, el pecado más oscuro y grotesco que puedas concebir. Dios afirma que tiene el poder y el amor para limpiarlo y dejar tu vida completamente blanca e inocente —dice, “como la nieve recien caida.” Dios se esfuerza con palabras por comunicar lo radical de su perdón. Y en el encabezado cité donde afirma que jamás se acordará de nuestros pecados, por graves que hayan sido (ver también Heb. 10:17-18).


En algunos casos, sí será necesario hacer enmiendas, pero sólo si esto no causa más daño, revela cosas que afectarían a otras personas o implica hacer sentir a la parte ofendida que se verá forzada a tener una relación con nosotros cuando no la desea. En este último caso, necesitamos soltar y dejar libre a la persona, y que Dios se encargue de restablecer o no la relación. Nosotros debemos continuar nuestra vida sin culpa, ni condenación.


«Señor, no quiero seguir cargando con esta culpa que no tiene ningún fundamento. Dame hoy una revelación profunda de estas verdades, infúndenme la convicción de que no importa cuán abominable haya sido mi pecado y cuánto haya dañado a otros, tu misericordia, y tu perdón alcanzan a cubrir todo el daño. Dejo en tus manos la sanidad de las personas que afecté, y si hay algo que yo pueda hacer sabiamente, guíame. Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús, amén.»

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