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El Hombre del Cántaro

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 11 jun
  • 2 Min. de lectura

El primer día del Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Así que Jesús envió a dos de ellos a Jerusalén con las siguientes instrucciones: «Al entrar en la ciudad, se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo. Marcos 14:12-13


Imagínate que tú eres uno de esos dos discípulos que le preguntan a Jesús en dónde quiere que preparen la cena de Pascua en Jerusalén, abarrotado de gente para las fiestas. Y en lugar de darte Jesús un domicilio, te da una instrucción bien rara. Un punto no fijo en el mapa. Te dice que al entrar en la ciudad, te vas a topar con un hombre que lleva un cántaro de agua y que lo sigas para llegar al lugar designado.


Si yo hubiera sido uno de esos discípulos hubiera dicho: “¿Qué? Y si llegamos antes, y el hombre no ha pasado, o si nos entretenemos en el camino y cuando llegamos el hombre ya pasó? ¿Cómo vamos a dar con él en medio de una multitud de miles y miles de personas?”


Pero, los discípulos, mejores personas que yo, se fueron con esa instrucción y tal cual, cuando entraron en la ciudad se toparon con el hombre del cántaro y lo siguieron hasta el aposento alto. Easy.


Como lo he dicho en otras ocasiónes, para mí esta es una ilustración metafórica de lo que significa seguir la guianza del Espíritu Santo. Hablo de “seguir a hombre del cántaro.” Muchas veces Dios no nos da todas las instrucciones como nosotros quisiéramos, pero nos manda que estemos sensibles a la dirección del Espíritu Santo. Y es un poquito como el caso de estos discípulos. Tienen que confiar en que Jesús tiene todo bajo control. Que por más que se apuren, no van a llegar antes que él al punto donde se toparán. Que por más que se entretengan no van a llegar después de que haya pasado. Jesús está en control. Lo cual es un gran alivio.


No siempre es así. Muchas veces el Señor nos da santo y seña, pero otras veces él lo hace así, para que aprendamos a ser sensibles a la dirección del Espíritu Santo. Para que aprendamos a depender de él en oración y aguzar (afilar) nuestros sentidos espirituales al máximo, a fin de poder seguirlo. El Espíritu Santo pondrá impulsos en nuestro corazón, y si nosotros aprendemos a seguir estos impulsos, aún cuando nos equivoquemos una y otra vez, no importa. Pero, si perseveramos aprenderemos a seguir la guía del Espíritu Santo.


«Señor Jesús, por naturaleza, me gusta tener todos los detalles por anticipado, y esto está bien, a veces así son las cosas. Pero también quiero aprender a dejarme guiar sobre la marcha. Enséñame a ser sensible y a dejarme guiar por “el Hombre del Cántaro.”»

 
 
 

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