El gran revés
- Gabriel Miyar

- 14 ago
- 2 Min. de lectura
—Yo soy Jesús, ¡a quien tú persigues! —contestó la voz—. Ahora levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer. Hechos 9:5-6
La narración del encuentro de Saulo con el Jesus resucitado en Hechos 9 es quizá la historia mejor conocida en el libro de los Hechos. Es probable que Hechos la presente a sus lectores como la historia más importante en todo el libro, ya que aparece tres veces.
Casi en el momento mismo en que Esteban expira (Hechos 8:1-2), Hechos identifica a Saulo como el personaje central de una “gran ola de persecución,” un hombre ocupado en “acabar con la iglesia” encarcelando a sus hombres y mujeres.
De hecho, en el momento de su conversión, Saulo se dirige a Damasco, pues no le es suficiente perseguir a los discípulos en Jerusalén, él quiere rastrearlos y traerlos a todos a la ciudad Santa en cadenas. De hecho, regresará a Jerusalén al final del capítulo, pero no como la misma persona. Y es que Pablo tiene un encuentro con Jesucristo en el camino a Damasco.
Lo que le sucede a Pablo es el “gran revés” que Dios lleva a cabo una y otra vez a lo largo y ancho del libro. Pablo sufre el gran revés de tener vista a quedar ciego. Su celo perseguidor, confiado, cede lugar a una confesión de ignorancia, acerca del “Señor,” que no puede reconocer su ayuda.
Cambia de ser un hombre que quiere llevar cautivos en cadenas a Jerusalén, a uno que es llevado de la mano por otros a Damasco.
Su autoridad sobre los demás se transforma en absoluta dependencia.
Se convierte de un hombre con una misión a uno que debe esperar para descubrir que sigue. Cambia de ser un hombre que ejerce gran poder sobre la iglesia a uno que es totalmente dominado por Jesus.
Y el sitio del gran revés se concreta en un hogar con un domicilio específico: “Ve a la calle llamada Derecha, a la casa de Judas.” En ese hogar, Pablo será visitado por un discípulo llamado Ananías. Ananías trata de explicarle a Jesús lo peligroso que es este Saulo. En la conversación, Jesus redefine a Saulo para Ananías: el pasado y la reputación de Saulo ya no expresan adecuadamente quién es; ahora Jesús lo ha escogido como su propio instrumento “para llevar mi mensaje a los gentiles y a reyes, como también al pueblo de Israel;”
En el seno de este hogar, posiblemente en la sala de estar, Ananías impone manos sobre Saulo y este recibe la vista. Y allí mismo, lo invita a arrepentirse, confesar sus pecados y bautizarse.
El hogar sigue siendo el lugar donde la iglesia manifiesta la rica vida del Espíritu. Saulo se presentará ante funcionarios y gobernadores. Pero, no lo hará como un individuo carismático aislado, sino como un miembro bien integrado en la comunidad de discípulos. Y mucho tiene que ver la forma en que se hace parte de la comunidad que se reúne en los hogares.
Lectura bíblica:
Hechos 9

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