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Duelo de Titanes

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 22 ago
  • 2 Min. de lectura

«¡Toda la ciudad está alborotada a causa de estos judíos!—les gritaron a los funcionarios de la ciudad—. Enseñan costumbres que nosotros, los romanos, no podemos practicar porque son ilegales». Hechos 16:20-21


Siguiendo la línea de nuestra lectura bíblica, y adelantándonos al mensaje de este domingo, pongo a su consideración lo siguiente.


Si estamos proclamando fielmente el mensaje del Evangelio en público, tarde o temprano, nos vamos a hallar en una confrontación con el príncipe de este mundo. Él no se va a quedar con los brazos cruzados mientras el poder de Dios alcanza vidas y las transforma. El conoce el poder del evangelio para transformar no solamente a individuos sino a sociedades enteras.


En Hechos 16, la acción se desarrolla en la ciudad macedonia de Filipos, una distinguida colonia romana, agraciada con este privilegio por el emperador César Augusto. En este lugar la gente se enorgullecía de apegarse a la cultura de la ciudad de Roma, capital del imperio. Si en Roma estornudaban, en Filipos les daba gripa.


La confrontación entre Pablo y los poderes de este mundo es prácticamente un duelo sobre quién, en última instancia, está en control de este mundo.


Cierto día, cuando íbamos al lugar de oración, nos encontramos con una joven esclava que tenía un espíritu que le permitía adivinar el futuro. Por medio de la adivinación, ganaba mucho dinero para sus amos (16:16).


La acción se desarrolla rápidamente. La joven esclava se dedica a anunciar públicamente a todos los que la escuchen lo que Pablo y sus compañeros están haciendo en Filipos, que es anunciar salvación en el nombre de Dios. «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y han venido para decirles cómo ser salvos». (16:17).


Aunque técnicamente esta chica está diciendo la verdad, por alguna razón esto molesta a Pablo, que fácilmente demuestra el poder de Jesús sobre el espíritu de adivinación expulsándolo. Entonces…


Las esperanzas de sus amos de hacerse ricos ahora quedaron destruidas, así que agarraron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza del mercado ante las autoridades (16:19).


Sin embargo, ya en el juzgado, los amos de la esclava no alegan ni daño a su “propiedad,” ni pérdida económica. Su acusación es más fea: “Estos judíos” (dicho con obvio desprecio), “enseñan costumbres que van en contra de nuestra cultura.” Como diciendo: ‘Si dejamos que ejerzan su influencia aquí, perderemos nuestro prestigio y orgullo cultural y nuestra prerrogativa especial como colonia romana.’ Quieren que los magistrados locales, y la multitud en general, vean la expulsión del espíritu de adivinación por parte de Pablo como un asalto en contra de la identidad y los valores romanos. Como diciendo: ‘Si ya no podemos ofrecer revelación de parte de nuestros dioses, habremos perdido nuestra identidad.’


Cuando estamos compartiendo el evangelio fielmente en público en esta nación muchos dirán que estamos atentando contra nuestra cultura y tradiciones mexicanas y todo lo que nos legaron nuestros padres.


¿Te has topado con algo de esto al hacer pública tu fe en medio de nuestra cultura?


Lectura bíblica:

Hechos 16

 
 
 
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