No tengan deudas con nadie, aparte de la deuda de amor que tienen unos con otros. Romanos 13:8a
Dios habla libremente acerca del dinero, lo hace con mucha naturalidad, pues sabe que es una parte importante de nuestra vida cotidiana.
En ningún lugar de la Biblia dice que Dios haya inventado el uso del dinero, pero, sí fue Dios quien creó la riqueza en la abundancia de la naturaleza bajo el llamado “mandato cultural:”
Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo».
Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles frutales para que les sirvan de alimento. Gén. 1:28-29
Dios creó la abundancia, si bien no necesariamente la distribución de la misma. Esta última obedece a procesos humanos, bien falibles. Por ejemplo, dice aquí que Dios creó los árboles frutales. Pero, fue el esfuerzo, el ingenio y la perseverancia humana, y muchas veces la injusta superioridad de medios para ejercer violencia, lo que determinó quienes terminaban con más y quienes con menos.
Sin embargo, aunque Dios habla con mucha naturalidad acerca del dinero, es un asunto delicado que él se toma muy seriamente. Lo que hacemos con el dinero es de suma importancia para Dios. Cuando lo usamos correctamente, Dios se agrada; cuando lo usamos incorrectamente Dios se ofende. Por eso es que es un juez implacable en lo tocante a delitos de dinero. La gente que roba, que comete fraude. La gente que se queda con el dinero de otras personas con violencia o con astucia, o con “amnesia,” infringe seriamente principios que Dios valora enormemente.
Por favor, no subestimes el celo de Dios por la rectitud en el manejo del dinero. Si recuerdas que le debes algo a alguien, por cualquier motivo, busca con empeño la manera de pagarle, aunque te lleve tiempo. Si te “haces pato” en este tipo de cosas, estás atentando contra tu propia prosperidad, y estás tentando a Dios. Es algo similar al adulterio, del cual dice: "y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente" (1 Tes. 4:6 LBA).
“El que abona, pagar quiere,” dice el dicho mexicano, y es muy cierto. Si eres sincero y perseveras, Dios te ayudará abriendo un camino que te permita ponerte a cuentas con tu prójimo, y por ende, con él.
«Señor, estoy entendiendo que el la forma en que uso el dinero es muy importante para ti, a fin de darte gloria en primer lugar y por encima de todo, pero también a fin de asegurar una vida próspera y llena de posibilidades para la generosidad y para hacer el bien a mis semejantes. Perdóname por mis faltas y ayúdame a poner en orden mis finanzas. Amén.»
Amen!