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Depositando en el Banco

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 21 ago 2023
  • 2 Min. de lectura

Esta semana en la familia IPV es la cuenta regresiva al domingo 27 de agosto, nuestro domingo especial de alcance que llamamos: “Domingo +1.” Tiene el propósito no sólo de sumar (el juego de palabras, “+1”... “sumar”, es intencional) para la Gran Comisión. Pero además, tiene el propósito adicional de comenzar a crear en nuestra familia una cultura de invitar a nuestros conocidos no creyentes a nuestros servicios y reuniones.


Nosotros no tenemos la costumbre animar a nuestros miembros a invitar a sus conocidos y parientes creyentes que ya asisten a otra iglesia cristiana.


Invitar a alguien a asistir a tu iglesia es la forma más básica de llevar a cabo la Gran Comisión. También iba a poner: “La forma más sencilla,” pero la verdad es que a veces no es tan sencillo. Casi siempre implica perseverar e insistir. El miércoles pasado hablando en un grupo en casa de estas cosas, Andrea, una chica del grupo, nos compartió que antes de asistir ella a la iglesia por primera vez, ¡una amiga le estuvo insistiendo por un año entero! Así que, no es tan sencillo. Pero sí es muy básico. No tienes que hacer una presentación del evangelio, basta con algo del testimonio de lo que Cristo ha hecho en tu vida. Y, por supuesto, requiere que estés orando por la persona. Esto está implícito en el término “básico.” Pocas cosas hay tan básicas y fundacionales como la oración.


Hay quien dice que invitar a nuestros conocidos a donde se predica la Palabra de Dios y se proclama el evangelio se podría describir cómo el siervo que pudo haber depositado el dinero de su Amo en el banco en la Parábola de Los Talentos en Mateo 25.


Se trata del tercer siervo en la parábola, a quien el Amo entregó una bolsa de plata (NTV). Sus compañeros habían recibido cinco bolsas uno y el otro dos. El que recibió cinco bolsas de plata las invirtió y ganó otras cinco. El que recibió dos las puso a trabajar y produjo otras dos. Pero el que recibió una sola bolsa de plata tuvo miedo de la responsabilidad y fue y enterró el dinero sin ponerlo a trabajar. Esto con el fin de devolverlo íntegro al Amo.


Al regreso del Amo, éste les pidió cuentas —“cuentas claras”— a sus siervos, premiando a los que habían puesto su dinero a trabajar y reprendiendo severamente y despidiendo al que no lo había hecho. A este último le dice: “¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”.


Sin duda hay muchas formas de interpretar esta inversión en la parábola, pues nuestro trabajo para el Amo es multifacético. Pero, entre más conozco al Amo, más acepto esta interpretación como la más básica y esencial de todas.


Me interesan tus comentarios.

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