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Decisiones

  • Ani Partida
  • 8 oct
  • 2 Min. de lectura

“Por la mañana hazme oír tu misericordia, porque en ti confío; enséñame el camino por el que debo de andar, pues a ti elevo mi alma” Salmo 143: 8


“¿Quién es el hombre que teme al Señor? Él le instruirá en el camino que debe escoger” Salmo 25:12


Algunos domingos de este último mes, en IPV, hemos cantado una canción que me ha hecho reflexionar acerca de la importancia de tomar buenas decisiones, y mantenerlas.

“…y no me iré… hasta llegar a tu corazón. Eres, por siempre, mi decisión” 


En cada decisión que tomamos, ya sea  si es de mi parte hacia Dios, de mi parte hacia lo que Dios me pide, de mi parte hacia los principios de Dios en mi trabajo, en mi familia, en mis relaciones con otras personas; necesito decidir, escoger lo que viene de Su corazón, y seguir decidiendo por ello, no moverme de ahí, mantenerme, perseverar. A veces es más difícil mantenerte, que tomar la decisión de qué hacer.


Pero Dios es bueno, y no es enigmático, se deja encontrar, se deja escuchar. Solamente necesita nuestros corazones humildes y dependientes de Él, que quieran y necesiten conocer cuál es el camino por el que debemos andar, cuál es su deseo y como dice otra estrofa de la misma canción, que aquello que yo decida “le agrade a Él”, o podríamos decir, que mis decisiones le den gloria o reflejen que Cristo vive en mí.


Tomamos decenas de decisiones a diario. Nuestras decisiones van formando nuestro destino, nuestras decisiones son la voz más audible que da testimonio de quienes somos, y de cuáles son nuestras prioridades. 


Por eso, es importante pensar si lo que estoy decidiendo tiene como base el amor o el egoísmo. Lo que estoy decidiendo es justo o injusto. Si lo que estoy decidiendo contará después de un tiempo una historia que glorifique a Dios. Son cosas sencillas, pero a la vez necesarias, tanto para las decisiones pequeñas como para las mas importantes.


Jesús se decidió por la cruz para salvarnos, y en los momentos mas difíciles, se mantuvo en su decisión. Fue, fuimos y somos “por siempre” su decisión. Que impresionante ejemplo nos dio.  Ahora tenemos su mismo Espíritu para darnos la sabiduría y la fuerza para escoger bien y mantenernos en ello.


Así que como dice el salmo 95, si oyes hoy su voz, no endurezcas tu corazón. Dios quiere hablarnos, darnos su dirección. Estemos listos, dispuestos a escucharlo, a decidir por lo suyo, a obedecer y perseverar en lo suyo, sin temor, sino con una gran expectativa de los buenos frutos de escucharlo y tomar buenas decisiones en todo tiempo.


“Señor, que nuestra decisión seas tu y en ti nuestras decisiones sean buenas y que bendigan a otros. Guíanos con tu Espíritu en la sabiduría de tu corazón por aquello que tenemos que decidir y que siempre te demos gloria ti.  Amén.

 

 
 
 
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