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De Sábado a Domingo

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 6 ago
  • 2 Min. de lectura

El primer día de la semana, nos reunimos con los creyentes locales para participar de la Cena del Señor. Pablo les estaba predicando y, como iba a viajar el día siguiente, siguió hablando hasta la medianoche. Hechos 20:7


En el Antiguo Testamento, el día de descanso era el séptimo día de la semana, el día del Shabbat, que quiere decir “cesar,” “reposo.” Lo que se convirtió en nuestro idioma en “sábado.” Aún podemos ver en nuestra palabra los vestigios de su origen hebreo. La razón para el día surge del relato de la Creación en donde dice que después de haber creado todo en seis días, “Dios descansó el séptimo día” (Gen.2:2). Este es el origen de la semana y del día de reposo.


En los relatos de los evangelios vemos a los discípulos observar el sábado, pero de repente, en el Libro de los Hechos aparecen los primeros cristianos descansando y reuniéndose el primer día de la semana, el domingo (Hech. 20:7). No hay ningún aviso del cambio, no tenemos ningún memorándum de Dios. Simplemente, de alguna forma, se realizó el cambio de día. El origen para la selección del domingo como día de reposo, tiene que ver con el hecho de que Jesucristo resucitó el primer día de la semana (Lucas 24:1). Y hay denominaciones cristianas que se volvieron a la observancia del sábado, porque no pudieron encontrar la notificación de cambio. ¡Y convénncelos!


“Domingo” viene del latín: Dominus dies, el Día del Señor, y desde hace dos mil años los cristianos observamos el domingo. El domingo es un día que separamos primeramente para el Señor, para reunirnos a adorarlo, a escuchar su palabra y a orar (ministrar y ser ministrados). Es un día para descansar y convivir con la familia, al menos hasta que los adolescentes hacen su propio plan.


Antes de conocer a Cristo, en mi caso y el de mi familia, el domingo era un día exclusivamente de descanso, y si le dábamos algo a Dios era a regañadientes. Media hora se nos hacía demasiado. Ahora que conocemos al Señor, el domingo es un día de Milagros. Todo puede suceder en un domingo. Podemos sentirnos extasiados en la adoración, sintiendo que nuestros corazones se desbordan de gratitud y de amor por Dios. Dios nos habla a través de la palabra predicada con unción la cual abre nuestros corazones y “deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos” (Heb. 4:12). Saludamos con mucha alegría a nuestros hermanos y recibimos en el seno de la familia a los que le entregan a Dios su vida por primera vez (lo cual es la cereza del pastel).


¡¿Qué puede no gustarnos de los domingos?!


El domingo ya no es solo para descansar, es para encontrarnos con Dios. Es el Día del Señor, cuando adoramos, escuchamos su voz y somos transformados. Es tiempo sagrado, lleno de milagros, gozo y familia. Es un mandato, como veremos mañana, pero es más un privilegio. Cada domingo, Dios sigue haciendo cosas extraordinarias.


Lectura bíblica:

Hechos 3

 
 
 
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