¡Es como fuego en mis huesos! ¡Estoy agotado tratando de contenerla! ¡No puedo hacerlo!” (Jeremías 20:9c).
Hoy voy a compartirles otro pensamiento del pastor Eugene Peterson, autor de la versión The Message de la Biblia. Lo traduzco de su libro Run with the Horses. (Corre con los Caballos, InterVarsity Press).
Jeremías trató con las multitudes la mayor parte de su vida. A diferencia de muchos de los profetas que eran hombres del desierto, solitarios y rústicos, Jeremías era un hombre de la ciudad. Caminaba sus calles diariamente. Con frecuencia reunía a la muchedumbre en el atrio del templo. Pero aunque Jeremías se hallaba a menudo en medio de la multitud, él no estaba condicionado por la multitud. Las masas no dictaban su mensaje. Las multitudes no le daban forma a sus valores. Jeremías no hizo una encuesta de opinión pública para hallar lo que la gente de Jerusalén quería escuchar acerca de Dios.
Dios le daba forma a su comportamiento. Dios dirigía su vida. Dios entrenó su percepción de las cosas y aún sus gustos. Esta formación, dirección y entrenamiento se llevó a cabo mientras él escuchaba a Dios y hablaba con Dios. Meditaba larga y apasionadamente en la Palabra de Dios; forjaba respuestas que eran absoluta e intensamente personales. Todo lo que creía y hablaba surgía de este impulso interno: “Sin embargo, si digo que nunca mencionaré al Señor o que nunca más hablaré en su nombre, su palabra arde en mi corazón como fuego. ¡Es como fuego en mis huesos! ¡Estoy agotado tratando de contenerla! ¡No puedo hacerlo!” (Jeremías 20:9).
Jeremías dejó su marca. Quería todo lo que Dios promete. Quería participar en todo lo que Dios hace. Su intensidad espiritual y su pasión profética lo hacían diferente a todos los demás.
Algunas veces en presencia de una persona de singular excelencia somos estimulados a intentar similares logros. Vemos a un atleta desempeñarse y decidimos abrazar las disciplinas que le darán compostura y gracia a nuestras vidas. Escuchamos a un artista tocar y decidimos que nunca estaremos contentos con algo mediocre o feo en nuestras vidas. Vemos a una persona vivir con coraje y pasión por Dios y decidimos que también buscaremos que aflore lo mejor de nosotros.
Pero, otras veces respondemos sintiéndonos intimidados. Damos por hecho que no importa lo que hagamos, nunca llegaremos a aproximarnos a esa clase de vida. La comparación hace que nuestras carencias queden expuestas y nos resignamos a subsistir e ir “pasándola.” Rechazamos al artista, al atleta y al santo como evidencia y prueba de lo que es posible y los tratamos como aberraciones y entretenimiento para espectadores flojos y consumidores aburridos.
Éste fue el destino de Jeremías en Jerusalén. La multitud evitaba lidiar con su vida separándolo. La muchedumbre entendía lo que decía y probablemente admiraba la forma en que vivía, pero su concepto de sí mismos estaba condicionado por la multitud. No dejaban de creer en Dios, pero se descalificaban a si mismos de una participación intensa y personal.
La fe bíblica sin embargo siempre ha insistido en que no hay aptitudes especiales para una vida con Dios —no se requiere cierto nivel de inteligencia o de moralidad, ni una experiencia espiritual particular. La declaración: “no soy del tipo que encaje en la religión” es inadmisible. No hay tipos religiosos. Solamente seres humanos, cada uno creado para una relación con Dios que es personal y eterna.
¿Cómo podemos lograr mover a gente que está condicionada a una vida de distracciones e indulgencia para vivir a su máxima expresión, para ser artistas de lo cotidiano, para lanzarse a la vida y no perder el tiempo en los márgenes de la misma?
Déjame tus comentarios.
Los actos de amor que las personas puedan tener de unas a otras pueden ayudar a despertar ese enfoque.
Bendiciones
Primeramente con nuestras Actitudes y Acciones, Ser congruentes y coherentes con lo que pensamos, sentimos y decimos. Estar siempre prestos a SERVIR al que lo necesite, en nuestro Hogar, con los nuestros, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad de vecinos. El Amor que Dios nos ha puesto en nuestro corazón, se debe reflejar con una sonrisa, un buenos dias, y un saludo con un abrazo fraterno, no importa si lo conocemos o no. Ser empáticos con nuestro prójimo, tener misericordia al decir lo que no nos parece pero al mismo tiempo, compadecernos de la persona que nos agrede o nos ofende, pues nadie puede dar lo que no tiene, sin embargo, sabiendo esto, podemos demostrar que aceptamos su condición co…
Siendo ejemplo e inspirando con pasión y amor 🙏😊
Amándolos!! y conviviendo con ellos “de cerquita” de forma que vean que nosotros también tenemos nuestras luchas pero que a través de Cristo hemos recibido Sus frutos que nos hacen vivir en gozo aún en las dificultades. 🥰