Estoy leyendo a un brother que dice que la autenticidad está sobrevaluada. Y como en estos días estoy pensando en las diferentes facetas de nuestra identidad como creyentes, mi lectura encendió varios de los foquitos en mi tablero.
Él dice que hoy en día todo el mundo habla de autenticidad y es cuando menos auténticos somos. Veneramos la autenticidad,, dice él, pero “gracias” a la tecnología estamos más expuestos que nunca a la artificialidad y a las posturas mediáticas. Dice que en el 2021 el Times de Londres proclamaba: “No hay una tendencia de consumo que mejor defina a esta década que la demanda de autenticidad.”
Nosotros muchas veces le decimos a nuestros adolescentes: “Sólo sé tú” —porque realmente queremos que se sientan cómodos en el mundo— pero, decirles eso sólo provoca en ellos una expresión de profunda intriga pues a estas alturas realmente no saben quienes son. Están apenas armando su identidad.
Muchas veces si le preguntamos a un amigo: “¿Qué digo en el brindis de la boda?” O si le pregunto qué quiere que comparta en su grupo en casa o que predique en su reunión, probablemente me dirá: “solamente sé tú.” Como si de veras, dice este brother, hubiera un yo puro y auténtico enterrado debajo de una tonelada de vida diaria ordinaria y desgreñada por los quehaceres. Un yo que, si podemos quitar el escombro del condicionamiento y las capas de neurosis, nos dirá que es lo que hay que hacer en cada situación que requiera que seamos auténticos. Claridad e integridad al tronar de nuestros muy genuinos dedos.
La autenticidad, continúa este señor, es una amante cruel para seres humanos limitados, egocéntricos y plagados de dobleces (doble-cara, doble-vida, doble-talla). Y cita a un profesor de comunicación y medios: “Lo que no se puede es que un guru de los medios sociales te diga que actúes de forma autentica y después todavía seas autentico.” Dice, es como la diferencia entre tratar de sonreír y realmente sonreír.
Irónicamente, la clase de autenticidad manifestada por los influencers y los gurús de la autoayuda no es para nada autenticidad, en la opinión del autor. Podemos postear una foto de nuestro cuarto patas’pa arriba con el pie de foto que diga: “Estoy siendo real”, pero nadie postea videos maltratando a sus hijos. Este abordaje tan parcial y seleccionado hay que describirlo como autenticidad calculada o vulnerabilidad editada.
Bueno, yo por mi parte difiero del autor, pues sí creo que hay un yo genuino y auténtico (nuestro “yo verdadero”). He hablado de esto aquí en el blog. Creo que hay un yo verdadero y un yo falso. El yo verdadero es nuestra esencia más básica, el “ser interior,” la nueva criatura. El yo falso es nuestra naturaleza pecaminosa que en esencia ya no somos. Pero, reconozco que la lectura de este libro me hace más humilde en cuanto a mi capacidad de reconocer a mi yo verdadero y distinguirlo de mi versión editada. Este hombre me ha hecho cuestionarme cuántas capas o estratos más necesito separar de mi falso yo para poder llegar a mi yo verdadero. El autor me impulsa a tratar de ser todavía más auténtico.
¿Que piensas?
Estos días estuve pensando en el entretenimiento, como ya nada es realmente original o auténtico. " No hay nada nuevo debajo del sol" me ponía a pensar ... Pero ahora creo que más bien podría ser " no hay nada nuevo debajo del sol más que nuevas criaturas nacidas en el espíritu" y eso para mí, es muy alentador.
Así es Pastor Gabriel, los que te conocemos sabemos de tu lucha genuina por ser auténtico delante de Dios y de los hombres.
Y por nuestra propia experiencia reconocemos la ayuda de Dios en este largo proceso 🙏🏼