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Apreciada

  • Daniela Orozco
  • 24 oct
  • 2 Min. de lectura

Cierto día de descanso, mientras Jesús enseñaba en la sinagoga, 11 vio a una mujer que estaba lisiada a causa de un espíritu maligno. Había estado encorvada durante dieciocho años y no podía ponerse derecha. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!». 13 Luego la tocó y, al instante, ella pudo enderezarse. ¡Cómo alabó ella a Dios! Lucas 13:10-10

Jesús actuó de manera revolucionaria de muchas maneras. En el caso de este pasaje, primero decidió sanar a una mujer enferma en un día de reposo, luego la llamó apreciada y además la tocó. Resulta difícil de apreciar desde nuestra perspectiva, pero todo esto es escandaloso.


Primero, los fariseos entendían que sanar a alguien durante un día de reposo era una falta grave a la Ley, pero Jesús entendía el corazón del mandamiento y sabía que no se trataba de descansar por descansar, sino de dejar las actividades normales para poder enfocarte en Dios.


En segundo lugar, una mujer enferma por causa de un espíritu maligno era vista como despreciable, como merecedora de un castigo y era aislada de la sociedad. Así que el hecho de que Jesús la llame “apreciada” es inesperado, pero Él podía ver más allá de lo que nuestros ojos ven y podía apreciar a esta mujer como una hija de Dios amada.


En tercer lugar, Jesús la tocó. Esto era inapropiado porque ella estaba enferma y atormentada por un espíritu maligno, lo cual la convertía en alguien impuro. Cuando alguien tocaba algo impuro, esa persona también pasaba a ser impura, por lo tanto, nadie quería tocar algo impuro. Jesús sabía que la verdadera pureza viene de Dios, sabía que nada externo tiene el poder de ensuciarte, sino que lo de adentro es lo que te purifica o ensucia.


En los Evangelios hay muchos relatos como este, que nos demuestran que Jesús buscó dignificar a los más vulnerables y oprimidos. Incluso estuvo dispuesto a ser juzgado por romper una regle social con tal de restaurar a alguien vulnerable. Eso mismo fue lo que sucedió con las mujeres, Jesús nunca pecó, pero sí rompió las normas sociales con tal de devolver el valor a la mujer.


«Señor, gracias por tener cuidado de los más vulnerables, ayúdanos para ser imitadores tuyos y aprender a cuidar a los más ignorados por la sociedad. Amén.»

 
 
 
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