"Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas y que había venido de Dios y regresaría a Dios. Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarle los pies a los discípulos y a secarlos con la toalla que tenía en la cintura." Juan 13:3-5
Este acto de Jesús, al lavar los pies de sus discípulos, es una muestra profunda de su amor y humildad. No sólo amó hasta el final a sus discípulos, sino que también nos ama a ti y a mí, hasta el final. Es fascinante ver cómo, con toda la autoridad que el Padre le había dado, Jesús no usó su poder para elevarse sobre los demás, sino para servirles.
En el versículo 14, Jesús les dice a sus discípulos: "Si yo, siendo su Señor, su Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben hacer lo mismo, lavarse los pies unos a otros."
Aquí, Jesús nos enseña a ser humildes y serviciales, dándonos un ejemplo de amor profundo. El lavado de pies era una costumbre de la época y simbolizaba la humildad, el servicio, la eliminación de las diferencias de rango o estatus, la bondad, la generosidad y el acto de poner al otro por encima de uno mismo. Jesús nos enseña que el más importante es el que sirve a los demás.
A pesar de que Jesús ya les había enseñado muchas cosas a sus discípulos—habían visto milagros, Él les enseñó a orar, les cambió el nombre, les dio un propósito eterno y vivieron muchas experiencias sobrenaturales con Él—lo que les deja claro, 24 horas antes de ser apresado, es que debemos amarnos, servirnos y dar nuestra vida por los demás.
Un desafío radical
Este es un mandato desafiante. Siendo honestos, ¿quién estaría dispuesto a lavar los pies de alguien más? Y no me refiero a los pedicuristas o podólogos, sino a lavar los pies de aquellos que nos han hecho daño, como Jesús lo hizo con Judas. Este es un amor de otro mundo, que va en contra de la cultura, de lo que la sociedad espera, de lo que nuestra perspectiva, educación o heridas nos dicen que hagamos.
En Juan 12:34-35, Jesús nos da un nuevo mandamiento:
"Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos."
Lo que nos hace diferentes como cristianos es el amor perfecto de Dios. Este amor es lo que nos define, lo que nos identifica. El amor de Jesús no solo es un modelo para seguir, sino el plan de Dios para nosotros: que el amor nos defina. El amor de Jesús va más allá de lo que el mundo espera.
Gracias Lala, una reflexión que puede cambiar por completo la conducta personal 🙏🏼
Arturo M.