Otro aspecto sumamente hermoso de nuestra identidad es nuestro llamado a ser amigos de Dios. La posibilidad de llegar a ser amigos de Dios existe desde el momento de nuestra conversión. Cuando Romanos 5:10 habla del cambio tan radical que experimentamos cuando fuimos justificados (puestos en la relación correcta con Dios), la NTV lo pone en estas palabras: «Pues, como nuestra amistad con Dios quedó restablecida por la muerte de su Hijo cuando todavía éramos sus enemigos, con toda seguridad seremos salvos por la vida de su Hijo.» Sí. Literalmente, pasamos de ser enemigos a ser amigos.
Pero, esto no quiere decir que esta amistad florezca de la noche a la mañana. Como toda buena amistad crece con el tiempo. Jesús no les llamó “amigos” a sus discípulos al principio. Lo hizo cuando ya habían pasado toda clase de experiencias a su lado. Lo que quiero decir es que aunque todos somos potencialmente amigos de Dios. Una cosa es serlo potencialmente y otra muy diferente es serlo en la realidad práctica de la experiencia cotidiana.
Cuando pensamos en la frase “amigo de Dios” de inmediato nos viene a la mente el caso de Abraham, de quien Dios mismo dice “mi amigo Abraham” (Isaías 41:8). La idea de que Abraham fuera “amigo de Dios” era algo único e innovador! ¿Amigo de Dios? desde Adán antes de La Caída no se había visto nada igual (OK, Enoc). Sobre todo porque en la antigüedad los dioses eran todo menos amistosos. En su mejor expresión, los dioses eran caprichosas fuerzas personalizadas, oscuras y misteriosas, con las que no se podía contar. Peor aun, no sólo no podías contar con ellos, ¡te afligían por deporte! Vean la mitología Griega. El Dios de la Biblia es diferente. No sólo puede, sino que desea ser amigo.
La vida moderna, sin Dios, también es todo menos “amistosa.” No es “user friendly.” Seguimos viviendo en una ámbito de fuerzas malignas (sólo que ahora, no siempre personalizadas) que no podemos prevenir o controlar, ya sea el cáncer y otras enfermedades graves, los accidentes, la quiebra o lo expuestos que estamos a ser víctimas del crimen. Y muchas cosas más.
Se requiere de una actitud de intimidad, dependencia y confianza. Si, en un mundo horriblemente hostil, Abraham se distingue como una persona que se elevó por encima del terror común a sus tiempos y vivió como amigo de Dios. Abraham sabía que Dios era su amigo y vivió en una atmósfera cargada de la bondad divina.
Y como aquellos que aspiran a desarrollar por completo la amistad con Dios, necesitamos ver nuestra vida como desarrollándose en un ámbito cargado de la bondad divina. Porque nosotros también somos llamados a ser amigos de Dios.
¿Qué piensas?
Buena palabra Pastor !
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