Alarmante Debilidad Frente a Asombroso Poder – Parte II

Ayer hablábamos de nuestra debilidad. Con frecuencia, ella es con lo primero que nos topamos en nuestra búsqueda de vivir más llenos del Espíritu Santo y su poder. Decíamos que es como cuando David llegó a casa después de su gran victoria. Recuperar el arca tras años de estar en poder de los filisteos. Ahora el arca de la Presencia de Dios está en la nueva capital del nuevo y flamante reino de Israel, bajo un monarca “conforme al corazón de Dios.” La fastuosa y alegre celebración ha concluido. El nuevo rey regresa feliz a casa y... ¡el baldazo de agua fría! Lo vimos ayer.

Muchas veces así nos sentimos cuando iniciamos la aventura de conocer mejor el Espíritu Santo y su enorme poder. Nos topamos con nuestra incredulidad, inconstancia, egoísmo, y en general, con nuestra humana debilidad. Pero, no debemos desanimarnos, es parte de la realidad que tenemos que asimilar y aprender a manejar antes de poder experimentar una relación más profunda y más fructífera con el Espíritu.

Para crecer en nuestra relación con el Espíritu Santo necesitamos empezar por reconocer nuestra debilidad. Necesitamos ubicarnos. Como dicen los jóvenes: “¡ubícate!” El Espíritu Santo es súper poderoso y nosotros somos súper débiles. Pero eso a él no le preocupa. Él está contento con ser el socio poderoso en esta relación. El quiere formar con nosotros un “dúo dinámico” (así le decían en mis tiempos a la pareja de superhéroes de Batman y Robin).

Pablo lo ponía de esta forma. Él decía que tenemos este gran tesoro en frágiles vasijas de barro para que todo el crédito sea para Dios y no para nosotros, que nos hayamos muchas veces en circunstancias menos que ideales (2 Corintios 4:7). Así, el tesoro del Espíritu Santo habita dentro de ti como un tesoro invaluable en la frágil vasija de barro de tu cuerpo.

Pablo sabía lo que era sentirse débil y temeroso. Cuando fue por primera vez a llevarles a Cristo a los corintios, como parte de la directriz global que veíamos el domingo (“...recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes”), Pablo estaba muerto de miedo. Si, muerto de miedo. Escuchen: «Me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo» (1 Corintios 2:3 NVI). Nos sorprende descubrir semejante debilidad en Pablo. Pero lo importante es qué fue lo que hizo en medio de su alarmante debilidad, porque eso nos ayuda nosotros (y por cierto, qué bueno que Pablo sea tan sincero). ‘En lugar de apoyarme en mis propios recursos tratando de salir con algo de ingenio y persuasión’ —dice Pablo— «confié solamente en el poder del Espíritu Santo.» ¡Ahí lo tienes! ¡Alarmante debilidad manejando enorme poder!

Así le vamos a hacer tú y yo. Primero que nada, vamos a darle gracias a Dios por nuestra debilidad y vamos a dejar de confiar en nosotros mismos. Ya basta de recurrir sólo a nuestras propias habilidades naturales. Esa no es la manera de tener una relación saludable con el Espíritu Santo. Y si “llegamos a casa” y “Mical” nos recibe con su acostumbrada frialdad y desprecio le vamos a decir, usando las palabras de nuestro famoso antepasado: «Prefiero sentirme orgulloso de mi debilidad, para que el poder de Cristo se muestre en mi» (2 Corintios 12:9, TLA).

Hoy que salgas para ir a tu trabajo, o a esa cita importante, o a esa reunión de tu equipo de trabajo o de ministerio en la iglesia, mientras te preparas para esa conversación crucial que te hace sentir nervios, o te diriges a consulta con tu médico, o a recoger esos análisis, acuérdate que el poder de Dios “actúa mejor en la debilidad” y pon toda tu confianza en el poder del Espíritu Santo.

Para cerrar, Efesios 6:10 es ideal. «Una palabra final: sean fuertes en el Señor y en su gran poder.»

Cuéntame más abajo en qué debilidad estás viendo manifestarse el poder de Dios. Esto es gracias a que estás aprendiendo a confiar en el Espíritu Santo.