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  • Foto del escritorGabriel Miyar

Alarmante debilidad frente a asombroso poder

Hola familia, estoy muy emocionado con este espacio y muy agradecido por contar con su participación y comentarios.


Como Mical cuando recibió a David con frialdad y desprecio cuando éste venía de haber trasladado el arca de la Presencia de Dios a Jerusalén, muchas veces nuestra propia debilidad nos recibe con un baldazo de agua fría cuando acabamos de tener una experiencia gloriosa.


David regresaba a casa después de haber estado festejando con alegre abandono, cantando a gran voz y danzando con grandes saltos. Pero cuando llego a casa «para bendecir a su propia familia,» fue recibido con frialdad y desprecio por Mical, su esposa: —«¡Qué distinguido se veía hoy el rey de Israel, exhibiéndose descaradamente delante de las sirvientas tal como lo haría cualquier persona vulgar!» (2 Sam. 6:20 NTV). David no se había preocupado de que se le vieran los calzoncillos mientras saltaba alegre en su túnica —además, no usaba. ¡Hablando de ser parado en seco! Y por una relativa insignificancia.


En estas siete semanas no sólo he sido partícipe del gozo y el poder que se manifiestan al cultivar la presencia del Espíritu Santo. Si te soy sincero, muchas veces, al “regresar a casa para bendecir a mi familia,” me he topado más con mi debilidad para obstruir la bendición que con el poder del Espíritu Santo para bendecir. Tal vez a ti te ha pasado algo similar. He llegado a darme cuenta de que mi vida se desarrolla como alarmante debilidad frente a asombroso poder. Tal vez tú has llegado a la misma conclusión.


Saliendito de tener una increíble experiencia con el Espíritu Santo, digo algo necio o cruel que sólo refleja mi egoísmo o mi corta visión y termino lastimando y frustrando. Vengo de adorar y experimentar la Presencia y a la menor amenaza sobre mi salud o la de mis seres queridos, o sobre mi liderazgo, dejo que el temor me llene de ansiedad y se me olvida todo lo que viví en la cima. Si de algo me he dado cuenta en este tiempo es que necesito al Espíritu Santo muchísimo más de lo que me imaginaba. Por más que digo lo contrario, estoy acostumbrado a confiar en mis propios recursos y no en los del Espíritu Santo. Y cuando hago esto, termino viviendo en el valle, pero sin el brillo de la cima.


Muchas veces tenemos, lado a lado, una experiencia de Cumbre y una experiencia de Valle. O aun de Abismo (Hoy yo describiría las experiencias de Moisés y de Elías más como un contraste entre la Cumbre y el Abismo que como un contraste entre la Cumbre y el Valle).


A pesar de todo esto, quiero invitarte a que no te desanimes. Aunque sabemos que no podemos vivir en la cima todo el tiempo, si somos fieles y constantes en nuestra búsqueda de andar en el Espíritu Santo todos los días, yo sé que Dios es fiel para perdonar nuestras debilidades, hacernos aprender de ellas y enseñarnos a depender cada vez más del poder del Espíritu Santo y no de nuestras fuerzas. Nuestra debilidad enfatiza nuestra necesidad del poder del Espíritu Santo y nos hace más dependientes de él.


Recuerdo las palabras de Pablo en 2 Corintios 12:9 «Cada vez él me dijo: “Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad.”»


Esta promesa es increíble, pues nos libera de quedar estancados en la debilidad y genera en nosotros una fe renovada: Podemos echar mano del poder de Dios, aun después de haber fallado. El Espíritu Santo nos infunde de nuevo su poder y avanzamos por el valle con nueva fuerza.


Hoy podemos dar gracias por aquellas experiencias que nos hacen sentir en la cima, pero a la vez podemos apreciar y dar gracias por lo que sucede ordinariamente, pues al aprender de la debilidad y renovar nuestro compromiso de andar en el Espíritu Santo con mayor empeño y renovada fe, le abrimos espacio al poder de Dios. Le damos a esta vida ordinaria un brillo extraordinario y constatamos una vez más cómo todas las cosas operan para nuestro bien (Rom. 8:28) y nos disponen a recibir más de su incomparable suficiencia.


¿Has tenido en este tiempo la experiencia de encontrarte más con tu propia debilidad que con el poder de Dios? ¿Cómo lo estás manejando? No olvides dejarme tus comentarios abajo.

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