Adorándolo con lo Mejor
- Gabriel Miyar

- 29 sept
- 2 Min. de lectura
Seis días antes de que comenzara la celebración de la Pascua, Jesús llegó a Betania, a la casa de Lázaro, el hombre a quien él había resucitado. Prepararon una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro estaba entre los que comían con él. Entonces María tomó un frasco con casi medio litro de un costoso perfume preparado con esencia de nardo, le ungió los pies a Jesús y los secó con sus propios cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume. Juan 12:1-3
Ya habíamos escuchado de esta familia en el capítulo anterior (Juan 11), cuando Jesús resucita a uno de ellos, a Lázaro, el hermano varón de Marta y María. Aparentemente eran una familia próspera que vivía en Betania, frente a Jerusalén, un lugar estratégico, especialmente durante las fiestas anuales, en este caso, la Pascua, en la que los alojamientos en Jerusalén se agotaban rápidamente. Como quiera que sea, Jesús amaba de una manera muy particular a esta familia.
Lo primero que yo aprendo de este pasaje de Juan 12 es que María era una chica a la que le gustaban los mejores perfumes—en la serie Los Escogidos muestran a María yendo a comprar el perfume con una perfumista oriental que le vende su fragancia más cara. Si Jesús fuera religioso tal vez hubiera reprendido a María por tener esta afición tan cara, pero no hace absolutamente nada de eso. Es más bien el religioso de Judas el que se indigna, alegando que el acto había sido un desperdicio (¡!) que puesto a la venta el perfume pudo haber sido utilizado para alimentar a los pobres. La verdad es que era un hipócrita, porque nos dice el mismo Juan que Judas acostumbraba a robar de las ofrendas. ¡Que engañosa es la gente que aparenta ser espiritual, pero se olvida de que lo más importante es adorar y glorificar a Jesús, aún más que la importante obra social!
Otra cosa que aprendo es que el ungir a Jesús fue una manera sumamente personalizada de adorarlo. María lo honró con lo que le fascinaba y usar el mejor de sus perfumes era el acto supremo de adoración para ella. Cuándo le ofrecemos a Dios algo que nos fascina, nuestra adoración entra en otro nivel. Cuándo le ofrecemos a Dios algo que no nos cuesta mucho, no lo estamos adorando adecuadamente. Cuando le ofrecemos lo más “preciado” que tenemos, en todos sentidos, lo estamos adorando de corazón. Sea esto, un talento que tenemos, un dinero que queremos dedicar a él, nuestro valioso tiempo, nuestros hijos o cualquier cosa costosa.
¿Qué puedes ofrecerle hoy a Jesús que es sumamente preciado a tus ojos?

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