Yo soy la puerta; los que entren a través de mí encontrarán seguridad. Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante (Juan 10:9-10 NTV, marg.).
Una de tus metas al establecer un hogar cristiano, o al transformar un hogar en un hogar cristiano, será proveer un lugar de seguridad para tu familia. Cuando tú y tus hijos cruzan el umbral de tu casa y se cierra la puerta, necesitan sentirse a salvo. Como dijimos en octubre, al igual que los niños que tocan la base cuando juegan a las escondidas, el correr y ser perseguidos, el esconderse y el temor deben acabar al llegar a la base.
Tengo un amigo muy querido que hace varios años perdió su trabajo. Su nombre es Gerardo. Él tenía un muy buen trabajo como alto ejecutivo en una compañía muy importante. La compañía tuvo problemas financieros y lo despidieron. Era una compañía con base en los Estados Unidos y él se encontraba en dicho país cuando fue notificado. Mi amigo llamó a su esposa (su primera esposa, quien se encuentra en la presencia del Señor). Estaba destrozado al dar la triste noticia. Su esposa lo escuchó y lo ánimo.
Cuándo mi amigo llegó a casa, su esposa le había preparado una cena especial. Una cena de gala. Ella se encontraba bien arreglada y vestida para la ocasión y sus hijos, dos jóvenes varones y una chica, también estaban vestidos formalmente. Mi amigo fue recibido en casa como un hombre exitoso. Sí, había experimentado un revés económico importante. Pero el mensaje que recibió en su hogar fue: “tú puedes perder tu trabajo y tus ingresos pero nosotros sabemos que, con el favor de Dios, hallarás un trabajo mejor conforme a tus muchos talentos y capacidades. ¡Nosotros creemos en ti!”
El hogar de mi amigo era un refugio de seguridad y paz donde aún la cabeza de la familia, una cabeza a menudo llena de preocupaciones y ansiedad, podía sentirse seguro si llegaba a experimentar pérdida y fracaso. A partir de este ambiente de seguridad, mi amigo reconstruyó su vida laboral y llegó a tener, como su familia le había dicho, un trabajo aún mejor. Hoy es un hombre exitoso y un buen padre de familia a quien admiro sinceramente.
Nuestros chicos necesitan exactamente lo mismo. Cuando fallan en la escuela, cuando pierden un partido, cuando experimentan cualquier tipo de fracaso, necesitan nuestro apoyo sincero y nuestro tierno abrazo de aliento. Esto no hará que se borre la pérdida, pero la hará llevadera y les dará la fuerza que necesitan para intentarlo de nuevo.
Agradezco tus comentarios.
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