No importa cuántas veces caiga [el creyente], siempre se levantará. En cambio, el malvado cae y no vuelve a levantarse. Prov. 24:16 (TLA).
Hoy te comparto un pensamiento de Julie Beck, columnista y experta en salud de la revista Atlantic. «En mi vida profesional he tenido el privilegio de explorar la tradición de hacer propósitos y resoluciones de Año Nuevo, sus desafíos y el sentido más profundo que se expresa mediante el deseo de hacernos propósitos de cambio. Cuando yo era adolescente me fascinaba la cancion “El Año Nuevo” de Death Cab for Cutie. Hoy comparo la letra de esta canción —que desprecia completamente los propósitos de año nuevo como “una penitencia autoimpuesta”— con el deseo genuino de mucha gente de poder mejorar sus vidas a través de dichos compromisos. Esto me hace reconocer que aunque los propósitos de año nuevo son a menudo imperfectos y difíciles de realizar, representan un esfuerzo sincero de luchar por algo mejor.
«Los propósitos más comunes como perder peso, mantenernos saludables y disfutar más de la vida son poco efectivos por tratarse de metas demasiado amplias o ambiciosas, lo cual lleva frecuentemente al fracaso. De acuerdo a Nielsen Holdings, la famosa compañía de investigación de mercado, solamente el 8% de la gente cumple sus propósitos de Año Nuevo, lo cual refleja la dificultad de lograr el cambio significativo. Sin embargo, criticarnos a nosotros mismos por querer mejorar es injusto. Aún los intentos fallidos tienen valor porque surgen de la inclinación natural del ser humano a buscar la mejoría y el crecimiento.
Aunque la autora está hablando desde un punto de vista secular, creo que tiene un argumento válido desde la perspectiva cristiana, pues me recuerda esa cita que puse en el encabezado. La capacidad de caer (fallar) y volvernos a levantar. Creo que tiene más sentido fijarnos metas y propósitos aún luchando con el alto índice de fracaso, sobre todo si somos sabios y realistas, que no fijarnos propósitos con la mentalidad de que su índice de éxito es tan bajo que no vale la pena intentarlo. Esta no me parece una buena filosofía de vida para un creyente. Por eso seguimos procurando arrancar el año con proósitos y resoluciones.
La esencia de los propósitos de Año Nuevo, como creyentes, tiene menos que ver con la fuerza de voluntad natural y más con una seria aspiración de fe que se esfuerza y persevera, pero que, en última instancia, confía, no en sus propias fuerzas, sino en la suficiencia de Dios y su beneplácito de honrar los aspiraciones sinceras de sus hijos.
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