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Una Santa Indignación

Foto del escritor: Gabriel MiyarGabriel Miyar

¿No se dan cuenta de que juzgaremos a los ángeles? Así que deberían ser capaces de resolver los conflictos comunes y corrientes que ocurren en esta vida.

1 Corintios 6:3


Toda la semana hemos hablado de la segunda parada en nuestra travesía de crecimiento espiritual y emocional. La primera es conocer a Dios, de donde todo parte. La segunda es encontrar libertad de todos los hábitos pecaminosos, o potencialmente pecaminosos por exceso, que dominaban nuestra vida antes de conocer a Dios.


Hay dos cosas que son absolutamente esenciales para disfrutar de la libertad que Cristo ganó para nosotros, ambas se encuentran en las citas que compartió ayer Danielita. La primera es un fiera determinación de ser libres. Dice: “«Todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.” 1 Corintios 6:12. ¡No dejaré que nada me domine! Si Pablo habla así de cosas que no son pecaminosas en sí, pero que se hacen pecaminosas por el dominio que ejercen sobre nosotros (como el comer en exceso o una adicción a la TV), cuanto más debemos estar decididos a dejar cosas que son pecaminosas.


Lo que finalmente me permitió librarme del vicio del cigarro, fue la indignación que sentí al considerar lo ridículo que era estar dominado por una práctica tonta y dañina. ¿No me hizo Cristo un ser libre? ¿No dice la Escritura que juzgaré a ángeles? ¡¿Cómo puedo estar dominado por este mugroso (lit.) hábito?!


La segunda cosa es estar dispuesto a “trabajar.” Normalmente, es un proceso. Dice el pastor Chris Hodges: “Quizás pensamos qué experimentaremos un momento espectacular, como una escena del Exorcista, donde somos instantáneamente, sanados y librados de la carga de todas nuestras luchas. Eso puede suceder y de hecho sucede, pero típicamente no funciona así.”


“En lugar de eso” —continúa Chris— “debemos enfrentar las dolorosas cicatrices de nuestro pasado e invitar a Dios a que nos sane en esas áreas. Necesitamos responsabilizarnos de nuestros hábitos y conductas y de las maneras pecaminosas en las que estamos intentando satisfacer nuestras necesidades personales. Para la mayoría de la gente, la liberación se reduce a una área específica y desafiante de su vida que continúa teniendo poder sobre su vida” (Hodges, Chris. What's Next? pp. 60-61).


Este es un proceso difícil que requiere de mucho ánimo y apoyo. Por eso decimos que la mejor manera de trabajar estas cosas es en un grupo de amigos comprometidos a apoyarse mútuamente. Amigos que te entienden y a quienes puedes llamar cuando te encuentras en tentación.


«Señor, Tú me hiciste libre. Tu Palabra me exhorta a mantenerme firme en la libertad con que Tú, Cristo, me hiciste libre, y a no estar otra vez sujeto al yugo de esclavitud (Gál. 5:1). Y yo respondo, sí, amén. Con tu fiel respaldo y tu poder a mi disposición, puedo mantenerme libre. Amén.»

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