Salvos Cada Día
- Gabriel Miyar
- 5 mar
- 2 Min. de lectura
Restaura en mí la alegría de tu salvación,
y haz que esté dispuesto a obedecerte. Sal. 51:12
Yo les había dicho que aunque La Parábola del Sembrador está diseñada para describir a las personas que no reciben el mensaje del reino: que lo rechazan, o que lo abandonan cuando las cosas se ponen difíciles, o que lo dejan asfixiarse en preocupaciones —Yo les comentaba que podemos utilizar estas mismas imágenes simbólicas para describir las amenazas, no de perder nuestra salvación, pero sí que nos roben el fruto, que nos desvíen y nos hagan vagar a veces por un buen tiempo, distanciados de Jesús y de una obediencia cotidiana a él.
Una vez le preguntaron al autor, Gary Black, que cuándo había sido salvo. Él dijo: «una respuesta es que Jesús me salva de mí mismo casi todos los días. Para la otra necesito platicarte del día cuando, a los ocho años de edad, me di cuenta de, y confesé, mi necesidad de un salvador. Así es que me considero “salvo” muy temprano en la vida… Pero, [unas dos décadas] después perdí de vista aquella visión de Dios y su reino. Como las hierbas que crecieron y ahogaron la semilla, mis deseos de una carrera profesional empezaron a tomar precedencia en mi corazón y me alejaron del yugo fácil de Cristo.»
Gary regresó a Cristo y dejó su carrera profesional para dedicarse de tiempo completo al ministerio. Aunque él sabe que fue salvo para siempre a la edad de 8 años, aún así él dice que ha sido salvado varias veces en su vida. Y de hecho, como leíste, que casi todos los días de su vida Jesús lo salva de sí mismo. Y definitivamente, el día que se decidió a cortar todas esas “hierbas,” que lo habían alejado del yugo de Jesús, es como si Jesús lo hubiera salvado una vez más.
En un sentido estricto, teológico, él fue salvo desde esa temprana edad. No hay duda. Pero, puedo entender como cada nuevo parteaguas en su vida y cada rescate de las garras de las cosas que amenazaban su caminar con Cristo se sintió como una nueva salvación. En ese sentido experiencial, creo que muchos de nosotros, rejegos que somos, estamos siendo salvados por Jesús casi cada día.
Si tú has dejado que diferentes circunstanciaas en tu vida te roben la cercanía con Jesús y con ello, la paz, el gozo y el amor, es muy sencillo regresar, la palabra de salvación esta en tu boca y en tu corazón, como dice Rom. 10:8.
«Señor, Jesús, ¡nunca es tarde para arrepentirme! Recononzco que necesito regresar a tus brazos. Sé que nunca me has dejado de amar y de buscar, aún cuando más indiferente o aún hostil he estado. Perdóname hoy. Recíbeme de regreso y déjame experimentar una vez más tu salvación. Amén.»
Amén!