«Aquí estoy, Yo y los hijos que Dios me ha dado» (Heb. 2:13, NBLA).
Ayer veíamos que según 1 Pedro 2:9, en el Nuevo Testamento todos los creyentes somos sacerdotes del Rey celestial y que el hogar es un lugar clave donde los jóvenes sacerdotes (los hijos), hombres y mujeres, aprenden el oficio sacerdotal.
Esto le da una nueva dimensión de importancia a nuestra labor doméstica como “sacerdotes de sacerdotes.” (De la misma manera en que, según Efesios 4:12, en la iglesia los líderes, o padres y madres espirituales, son “ministros de ministros”). Porque entonces ya no se trata nada más de “oficiar” como sacerdotes domésticos, orando e instruyendo, sino que ahora nuestra labor se revela como una labor de entrenamiento de jóvenes ministros. Estén destinados o no a ser pastores, evangelistas o maestros en la iglesia, todos están destinados al ministerio del reino.
Sean o no profetas o misioneros, nuestros jóvenes sacerdotes necesitan saber como bendecir a otros, como orar por las necesidades espirituales y físicas de los demás, como escuchar la confesión sincera de un amigo con humildad y abosulta discreción, cómo dar un consejo sabio a un compañero a su nivel, cómo meter en una conversación cotidiana un mensaje de esperanza, cómo hablar a otros de la fe que tienen en Cristo de una manera natural, y docenas de cosas como estas.
Tener esta visión hará que estemos más conscientes de lo que transmitimos a nuestros hijos, primero que nada con nuestro testimonio y también con nuestras palabras llenas de gracia y amor. ¿Recuerdan que hablamos de instruirlos de una manera orgánica y que fluya con naturalidad de nuestra relación personal con Jesús? Así también, nuestro entrenamiento de ellos fluirá con naturalidad de nuestra función como sacerdotes domésticos.
Entonces, es necesario que tengamos una visión amplia de lo que significa ser sacerdotes que a su vez son entrenadores de sacerdotes en casa. Y no solamente una visión amplia, sino una visión a largo plazo. Después de todo, en esa misma cita de Pedro dice que somos “descendencia escogida.” Así que, démosle continuidad cuidando a nuestra propia descendencia en casa. Digamos con entusiasmo: «Aquí estoy, Yo y los hijos que Dios me ha dado.»
Haz una breve oración en este momento y, después de considerar todo lo que he dicho, compárteme una decisión práctica que puedes tomar ahora mismo para empezar a entrenar a los sacerdotes en casa. Si tú eres uno de esos jóvenes sacerdotes, ¿qué le pedirías a papá o a mamá? ¿Cómo podrían facilitarte tu desarrollo como sacerdote en formación?
La verdad, con mis hijos no fui muy efectiva en “entrenarlos” como sacerdotes (ni yo misma tenia conciencia de esa función), ahora con mis nietos creo que lo estoy haciendo mejor, ya sin los miedos que tenía cuando mis hijos eran pequeños y con las nuevas herramientas, como la versión para niños de You Versión, el Espíritu Santo me ayuda e ilumina para tener éxito en esa función tan importante.