»¿Pero qué piensan de lo siguiente? Un hombre con dos hijos le dijo al mayor: “Hijo, ve a trabajar al viñedo hoy”. 29 El hijo le respondió: “No, no iré”, pero más tarde cambió de idea y fue. 30 Entonces el padre le dijo al otro hijo: “Ve tú”, y él le dijo: “Sí, señor, iré”; pero no fue. 31 »¿Cuál de los dos obedeció al padre? Mateo 21:28-31
De nuevo, como en el caso del Hijo Pródigo, tenemos una parábola en la que protagonizan dos hijos. Y otra vez el hijo mayor representa a los fariseos y el hijo menor representa a los pecadores y publicanos, igual que en la parábola del Hijo Pródigo (ver Lucas 15).
La parábola existe para expresar que los fariseos portaban la apariencia de hijos obedientes, mientras que los cobradores de impuestos y colaboracionistas con el gobierno de ocupación y los abiertamente pecadores exhibían la conducta de hijos desobedientes. Pero, cuando Jesús vino, fueron estos últimos quienes terminaron obedeciendo el mensaje del reino, mientras que los primeros lo rechazaron.
Trayéndolo a nuestra experiencia, ¿cuántos hemos visto esto suceder a lo largo de nuestra vida, incluso quizá hemos sido nosotros quienes hemos actuado así, ya sea como el que dijo que iba a hacer la voluntad del Padre y no lo hizo, o como el que dijo que no lo iba a hacer, pero luego se arrepintió y decidió hacer lo que se le pedía.
Dios no nos trata conforme a nuestras intenciones, sino conforme a nuestra verdadera obediencia. Suena como algo obvio. Pero, no lo es. Yo mismo me he cachado diciendo que voy a hacer algo y luego no lo hago (sobre todo cuando pongo un item en la agenda de las reuniones de mis diferentes equipos de trabajo en la iglesia que sé de antemano que muy probablemente no lo voy a llevar a cabo: ¡que mal! ¿No?).
Pero, también tengo la experiencia de decir que no voy a hacer lo que sospecho que Dios quiere, sólo para arrepentirme y decir que siempre sí.
El problema no reside en algo que nos puede pasar a todos, sino en hacer de ello una costumbre. Si no tenemos cuidado podemos acostumbrarnos a manejarnos por nuestras intenciones y no por nuestros hechos. Como dice Ed Cole en Hombría al Máximo. Dios no nos juzga por nuestras intenciones, sino por nuestras acciones. (De hecho, Cole agrega que juzgamos a los demás por sus acciones ¡y a nosotros mismos por nuestras intenciones!).
«Señor, cuídanos de poner demasiado enfasis en nuestras intenciones y no en nuestras acciones reales.»
¡Que tengan un excelente fin de semana!
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