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¿Quién es mi Prójimo?

  • Foto del escritor: Gabriel Miyar
    Gabriel Miyar
  • 24 mar
  • 2 Min. de lectura

»Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Lucas 10:33-34


¿Y quién es mi prójimo? ¿Quién es digno de que lo ame como me amo a mí mismo? ¿Son mis familiares, mis connacionales, los miembros de mi propia raza, de mi propia religión, de mi propia cultura? De alguna manera, los judíos del tiempo de Jesús entendían este mandamiento como aplicable a los miembros de su propia raza y cultura judía. Jamás se les ocurriría pensar que su prójimo pudieran ser los samaritanos.


Jesús escogió a la última persona que un abogado de la ley judía se hubiera imaginado, un aborrecible samaritano—“un samaritano despreciado,” dice la NTV. Cuando le pregunta que quién fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones, el abogado ni siquiera pudo decir “el samaritano,” simplemente dijo: “el que mostró compasión.” Y seguramente lo dijo con la mirada baja, tal vez a regañadientes.


Entonces Jesús le dijo:

—Así es, ahora ve y haz lo mismo (v. 37)


Busca tu prójimo en el rostro de la última persona donde esperarías verlo. Sé radical, ama de una manera radical. No busques la manera fácil y conveniente de cumplir los Dos Grandes Mandamientos. Como dijo Jesús en otra parte:


Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo. Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo. Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto. Mateo 5:46-48.


Desde ese entonces, Jesús ha desafiado a la humanidad a ver a su prójimo en el rostro de la última persona donde esperaría verlo. Los blancos racistas en el rostro de raza negra y los enemigos políticos en el rostro de sus oponentes.


Mi prójimo es la persona que me necesita en este momento, quienquiera que sea. Y el gran desafío es poder mostrarle el amor y la compasión de Cristo. Si en algo nos estamos quedando cortos de amar a nuestro prójimo, esta es una buena reflexión para llevar a lo largo del día y a lo largo de la semana. Sin duda, el Señor se encargará de ponernos en situaciones en las que nos topemos con el prójimo, y tengamos la gran oportunidad de amarlo como nos amamos a nosotros mismos.


«Señor, abre mis ojos para poder reconocer a mi prójimo en todo momento. Dame tu corazón compasivo y misericordioso y ayúdame a aprovechar toda la oportunidad de mostrar tu amor. Amen.»

 
 
 

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