»A los que me diste del mundo les he revelado tu nombre. Eran tuyos; tú me los diste y ellos han obedecido tu palabra.
Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo y yo vuelvo a ti. »Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros. Mientras estaba con ellos, los protegía y los cuidaba mediante el nombre que me diste y ninguno se perdió sino aquel que eligió perderse, a fin de que se cumpliera la Escritura. Juan 17:6,11-12
“Padre protégelos” puede tener muchas interpretaciones sobre el tipo de protección que Jesús está pidiendo al Padre para todo creyente. Esta interpretación sin duda será según la necesidad de cada persona y el momento específico por el cual estemos cruzando. Tal vez enfermedad, o pérdida de una relación o pérdida financiera. A esta clase de cosas diríamos con profunda validez: “Protege Padre mi integridad física, protégeme de la soledad y protégeme de la pobreza y la escasez.” Como dije, oraciones válidas, genuinas e importantes para nosotros y para Dios mismo.
Pero, si observamos con cuidado esta oración de Jesús al Padre, veremos con claridad que Jesús está pidiendo algo superior a nuestras genuinas necesidades en este mundo, las cuales el conoce de forma personal. Él esta pidiendo al Padre “nuestra seguridad eterna,” no solo protegernos de nuestros retos temporales. “Protégelos, que ninguno de ellos se pierda. Yo los protegí de tal manera que no perdí a ninguno de los que me diste, ahora has lo que tengas que hacer Padre, pero no pierdas a ninguno de los que me has dado.”
Esta oración poderosa de Jesús en un momento de súplica a su Padre, garantiza nuestra salvación y la ayuda oportuna ante cualquier amenaza a nuestra fe. Es aquí en donde toma sentido la llegada del Espíritu Santo a nuestras vidas y su poder. Sin él sería imposible entender que para Jesús nuestra salvación eterna es la mayor prioridad, y lo demostró en la cruz. Necesitamos al Espíritu para entender y vivir la vida de Jesús, una vida de poder salvador en todo sentido. Como dice Pablo: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7).
«Amado Padre, esta vida me trae retos que están mas allá de mis fuerzas, mantenerme en ti es sin duda el mayor de todos. Pero tu, amado Señor has escuchado la oración suplicante de tu hijo Jesús y has respondido a ella dándome al Espíritu Santo para mi propia protección, y la de tu amada Iglesia.
«Ayúdame a experimentar y priorizar lo eterno, a vivir ese poder salvador en cada área de mi vida y que mi vida entera te glorifique por ello. Amén.»
Arturo Miyar
AMÉN!!!! 💚🌱♥️🕊️💯✅😃👏🏻🤩🥰🌞🍀☀️🫡😬