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Ojos para Ver; Oídos para Oír

Foto del escritor: Gabriel MiyarGabriel Miyar

»Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias. Apocalipsis 3:13


Hoy terminamos la serie de reflexiones acerca del amor, el dinero y otras cosas. Hablamos mucho de nuestra fidelidad hacia Dios en asuntos de dinero y de la importancia de ser generosos con nuestro prójimo, y cerramos hablando de cómo en respuesta a nuestra fidelidad y generosidad, Dios multiplica nuestros recursos de una manera asombrosa.


Si sacrificas tu última comida, y se la das al profeta del Señor, ves la multiplicación de tus recursos de una manera que jamás soñaste. Y aunque pueda haber “profetas” que quieran aprovecharse de este principio para vivir a expensas de los demás, esta verdad fundamental sigue siendo cierta, a pesar de qué alguien la pervierta. Si sacrificas tu almuerzo de cinco panes y dos peces, verás tal multiplicación de estos elementos que con tu almuerzo se alimenta a cinco mil familias. Algo que jamás vas a olvidar durante toda tu vida, cada vez que comas tu almuerzo.


Recuerda ser fiel para con Dios en todos tus asuntos económicos, no le escatimes nada. Y sé muy generoso con tu prójimo, pues es como serlo con Dios mismo.


A partir de este domingo entraremos en un nuevo tema. Se trata de Las Parábolas de Jesús, esas historias poderosas que explican secretos complejos del reino del cielo mediante ejemplos de cosas cotidianas con las que estamos familiarizados aquí en la tierra. De esta manera, algo que pudiera ser difícil de comprender en términos abstractos, lo entendemos mediante ejemplos sencillos y concretos de la vida diaria. Un sembrador, una masa de harina para hacer pan, pescadores seleccionando los buenos pescados a la orilla del lago. Un sembradío invadido por la maleza, etc.


En las próximas cuatro semanas vamos a experimentar la increíble genialidad de Jesús como Maestro. El secreto de un gran maestro es hablar palabras y provocar experiencias que impactan el flujo de la vida del que las escucha. Esto fue lo que hizo Jesús por la forma en que enseñaba.


Jesús sigue haciendo eso con nosotros. Por medio de sus parábolas, el reta nuestras presuposiciones y con gentileza pero con firmeza las desbarata. Y al hacerlo así, su verdad penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, lo queramos o no, estemos de acuerdo o no. Tarde o temprano, por medio de las parábolas, su verdad se incrusta en nuestros corazones como pequeñas cápsulas de tiempo que atraviesan nuestras defensas y diseminan su medicina muy dentro de nuestro cuerpo. De esta forma nos transforma.


«Señor, prepara mi corazón para escuchar estas historias poderosas, te pido que tenga yo “ojos para ver y oídos para escuchar” lo que tú quieres transformar en mi vida mediante tus increíbles parábolas. Mi alma tiene sed de tu verdad. Amén.»

 
 
 

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