Al olivo, que son los judíos, se le cortaron algunas de las ramas, y en su lugar se le injertó el olivo silvestre, que eres tú. Así llegaste a tener parte en la misma raíz y en la misma vida del olivo. Pero no te gloríes, despreciando las ramas naturales. Si lo haces, recuerda que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti. Romanos 11:17-18
Este año, como hay mucha gente dirigiendo la Cena de Pascua en los diferentes hogares, ha habido, en algunos sitios, algo de revuelo sobre porqué celebramos la Pascua Judía.
Hay gente qué piensa que estamos celebrando la Pascua Judía porque nos vamos a regresar al judaísmo. ¡Hay gente muy alarmista! Tengo años celebrando la Pascua Judía, ¡cuarenta años para ser específicos! Y nunca he hecho de Palabra de Vida una sinagoga. No hemos siquiera adoptado un sólo distintivo del judaísmo. En cuarenta años de celebrar la Pascua jamás me he desviado hacer ese tipo de cosas. ¿Creen que voy a empezar a hacerlo ahorita? Híjole, ¡no sean sopes!
Celebramos la Pascua judía para que los cristianos del Nuevo Testamento sepamos de dónde viene la santa cena, que no viene de la comunión católica—hoc est corpus meum (“esto es mi cuerpo”). Allí se celebra así y no lo estoy criticando. Lo han despegado del contexto bíblico y sus raíces judías. Sigue siendo la comunión, y, aunque tienen ideas extrañas al respecto, no los estoy criticando. Pero la Cena del Señor viene del Exodo, de la cena de Pascua judía que recordaba el Exodo y que Jesús “secuestró” para el cristianismo y la reclamó como suya, diciéndonos “hagan esto ahora en memoria de mi.” Ya no del cordero que fue sacrificado para salvar la vida de los primogénitos, sino del Cordero que sacrificó voluntariamente su vida para salvar a toda la humanidad.
De hecho, he perdido gente preciosa, pero extrema, que quisiera festejar todas las fiestas judías y cosas así. Y los he perdido por siempre mantenerme en una postura equilibrada y neotestamentaria.
Alguien dijo ayer en la mañana en la transmisión de oración que los judíos y nosotros somos un mismo pueblo, y yo le dije: “No, discúlpame pero no, el pueblo judío en general rechazó a Cristo como su mesías. Ellos son el hijo primogénito que ya no vive en casa, en la iglesia, porque se salió —O más bien no quiso mudarse a la nueva casa con su Padre— ¡y cómo oramos para que regrese!”
Precisamente, celebramos la Pascua Judía también para reconectar con nuestras raíces hebreas (ver la cita bíblica al principio) y reforzar los lazos espirituales que nos unen a Israel. Lazos que si están ausentes, dan lugar al antisemitismo y abren la puerta a atrocidades como el holocausto.
Así que, aquellos que pudieran seguir preocupados, ¡relájense!
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