Mientras tanto, Jesús se encontraba en Betania, en la casa de Simón, un hombre que había tenido lepra. Mientras comía, entró una mujer con un hermoso frasco de alabastro que contenía un perfume costoso, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Mateo 26:6-7
Ser un seguidor de Jesús es ser un adorador de Jesús. Tres de los cuatro evangelios narran el episodio en el que Jesús, unos pocos días antes de su muerte, es “ungido” en Betania. Estando Jesús y sus seguidores haciendo sobremesa en una casa, entra una mujer (que Juan identifica como María, la hermana de Marta y Lázaro) que trae un perfume muy caro y lo derrama sobre la cabeza de Jesús.
Los seguidores de Jesús, en lugar de alegrarse por que su maestro está siendo agasajado de una manera tan espléndida, se indignan por el “desperdicio”.
Los discípulos se indignaron al ver esto. «¡Qué desperdicio!—dijeron—. Podría haberse vendido a un alto precio y el dinero dado a los pobres». (Mateo 26:8-9).
¡Que fuerte que lo hayan considerado un desperdicio! ¡Su discernimiento se embotó! Estaban todos (no solamente Judas) en su papel ministerial, pensando como líderes de iglesia en la obra social del movimiento. Se les olvidó que su principal ministerio era ministrarle a Jesús.
He leído este pasaje antes, pero, ahora les tengo consideración a los discípulos. Judas no, pero los demás estaban genuinamente preocupados por la necesidad alrededor. Es una preocupación válida. Me identifico con ellos. A veces es muy difícil hacer a un lado las preocupaciones del ministerio y adorar a Jesús. Los domingos por ejemplo, en la alabanza, a veces estoy pensando en cómo resolver cosas del ministerio, en lugar de adorarlo.
Y lo mismo te puede pasar a ti. A menudo estamos tan conscientes de otros aspectos de la obra de la iglesia, o de nuestros propios ministerios, o simplemente valoramos otros elementos de servir a Jesús, que se nos olvida que lo principal es adorarle.
Los que no necesariamente estamos involucrados en un ministerio en la iglesia, o lo estamos por turnos, cuando llegamos tarde al servicio donde no servimos, nos consolamos pensando que “solamente” nos perdimos la alabanza. Buscar llegar a la predicación de la Palabra, es importante. Pero, no más que adorar a Jesús. Máxime, que no hay muchas otras maneras de agasajar a nuestro invisible Maestro.
Yo te propongo hoy que este espacio lo dediques a honrar y agasajar a Nuestro Señor Jesucristo. Dile cuánto lo admiras, exprésale tu cariño y concéntrate en él, más que en tus peticiones. Puedes cantarle, no te dé pena, estás a solas con él. O puedes poner una alabanza en tus dispositivos. Lo que sientas hacer. Pero, adóralo.
Toda la adoración a ti mi dulce Jesús.