Jesús es un Genio
- Gabriel Miyar
- 7 abr
- 2 Min. de lectura
Todos los que lo oían quedaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas. Lucas 2:47
Esta semana hablaremos de Jesús como un genio. El genio más grande que ha existido. No estamos acostumbrados a pensar en Jesús en esta forma. Pensamos en su espiritualidad, su perfecta santidad, su amor y compasión, su descomunal poder. Pero no estamos acostumbrados a pensar en él como la persona más brillante, más lúcida y competente que existe.
Y el domingo vimos que desde temprano en su vida fue un niño prodigio, y no por ser Dios —eso hubiera sido, digamos, “trampa,” y él jamás hizo trampa. Su mente prodigiosa fue el resultado de aceptar y abrazar su propia humanidad y “afilarla” al máximo.
En otras ocasiones, hemos dicho que Jesús cuando nació en este mundo, nació con las capacidades naturales normales de un bebé y tuvo que desarrollarse paso a paso. Esto implica el desarrollo de su capacidad cognoscitiva y su sentido de identidad. Jesús se fue dando cuenta paulatinamente de quién era él y cuál era su misión en la tierra. Tan pronto como tuvo la capacidad de hacerlo, guiado por sus padres y mastros en la sinagoga, comenzó una relación con su Padre celestial, que, como lo fue descubriendo, era su Padre de una manera única y singular.
De esta profunda y creciente relación con su Padre, principalmente, surge su brillantez intelectual. “Él respondió: —¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar ocupado en los asuntos de mi Padre?” (Lucas 2:49). Pero, también de su propio estudio de las Escrituras. Dice que “el niño crecía y se fortalecía; se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba.” (2:40). Lit. “llenándose,” algo activo.
La Semana Santa se convertirá en la arena en la que el genio de Jesús sorteará todas la trampas intelectuales que sus muchos y variados enemigos le tenderán para desacreditarlo como maestro y como mesías. Todos sin excepción quedarán avergonzados y humilllados por la inteligencia y sabiduría de Jesús, al punto de que, finalmente, hacia el final de la semana, “nadie le pudo contestar ni una palabra, ni ninguno desde ese día se atrevió a hacer más preguntas a Jesús” (Mateo 22:46).
Una consecuancia práctica de estudiar y asimilar la genialidad de Jesús es que, no importa si tú eres una persona modesta que se dedica a algún oficio, o si eres una persona con una gran educación, con maestrías y doctorados, Jesús es lo suficientemente competente para guiar tu vida, responder a tus inquietudes y ayudarte a resolver todos tus desafíos. Somos aprendices (discípulos) de la Persona más inteligente y competente que existe.
«Señor Jesús, es un deleite contemplar tu brillantez intelectual y tu enorme capacidad. Esto nutre mi confianza en ti de una manera especial y me impulsa a darte a conocer más y más. Abre mi propia mente a tu sabiduría e inteligencia por medio de tu Espíritu Santo Amén.»
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